24/1/12

Otra Psiquiatría (3)

GENÉTICA Y ENFERMEDAD MENTAL

La psiquiatría actual, en su mayor parte, presume de ser biológica. Seguidora de un paradigma biológico (bio-comercial, decimos algunos), que no es en realidad tal, sino más bien neuroquímico y neurogenético. La vida mental humana, sana o enferma, se reduce, pues, a una cuestión de receptores sinápticos, neurotransmisores y genes que los determinan. Y es esta cuestión de la relación entre los hallazgos genéticos y las (llamadas) enfermedades mentales de lo que intentaremos hablar en esta entrada.

Digamos antes de nada que nosotros no creemos en entes inmateriales (alma, espíritu o como queramos llamarlos) como gobernantes o directores del cuerpo material. El ser humano es materia y nada más (ni nada menos) y no tenemos noticia de que nadie haya demostrado otra cosa. Luego esa materia, a nivel corporal y, concretamente, cerebral, puede tener como propiedad emergente lo mental, pero que no dejaría de ser una mera manifestación de lo físico. Como recurrente analogía, citaremos otra vez el ejemplo de la Tierra y la gravedad. Ésta es una propiedad plenamente material y física, aunque no se encuentra su esencia cavando en la tierra ni se explica la misma por la composición geológica del planeta.

El ser humano, material pues, se construye a partir de un código genético. Dicho código, diferente para cada individuo (excepto en los casos de gemelos homocigóticos), proporciona las instrucciones para la síntesis proteica a través de la cual el organismo posee una serie de características. No sólo referentes al aspecto físico o composición orgánica, sino a predisposiciones a diferentes eventos vitales (considerados morbosos o no) y, como decían ya los antiguos, un cierto temperamento. Como opinará probablemente cualquier persona que haya tenido hijos, cada bebé tiene una cierta forma de ser desde el minuto uno del nacimiento (y posiblemente también antes). Y conste que no pretendemos restar ni un ápice de importancia a factores como la educación, la crianza o las relaciones familiares. Precisamente porque creemos que estos factores son a su vez determinantes en el desarrollo de la persona es por lo que los gemelos idénticos (iguales genéticamente al 100%), luego no son iguales al 100% ni físicamente ni, si se nos permite la palabra, psíquicamente. Por ejemplo, los estudios más defensores del papel genético de la esquizofrenia no llegan a una concordancia del 50% para gemelos homocigóticos.

Así pues, tenemos una carga genética que determina una serie de características a nivel físico y, posiblemente, psíquico, entendidas como temperamento. Ya que, en nuestra opinión, dicho temperamento basal nada tiene que ver con almas o espíritus inmateriales, sino con la organización corporal y cerebral de ese organismo, ordenada por su estructura genética. Luego vendrá la vida, a hacer y deshacer, pero siempre sobre la base de lo que es dado ya en el nacimiento.

El paradigma biológico en Psiquiatría defiende una causalidad biológica para las enfermedades mentales (la defiende, pero aún no la ha encontrado, salvo que recurra a la trampa habitual de mezclar enfermedades neurológicas con psiquiátricas y cite la demencia, el Parkinson o la neurosífilis...). Y, en muchos casos, se busca dicha causalidad a nivel de hallazgos genéticos en poblaciones de pacientes (ya que los neurotransmisores ya no dan más de sí y no hay forma de mantener la hipótesis dopaminérgica si pensamos en la clozapina o la hipótesis serotoninérgica si ha caducado al patente del Prozac y hay que promocionar los duales...). Es decir, parece que el pensamiento psiquiátrico biológico viene a ser: demostremos un origen genético de tal enfermedad y habremos demostrado la causalidad biológica, y por lo tanto la existencia, de dicha enfermedad biológica.

El argumento vendría a ser así:

1.- Tenemos pacientes a los que diagnosticamos la enfermedad mental X.

2.- Estudiamos su código genético en comparación con pacientes con otras enfermedades y con controles (ya saben que todos, todos, todos, los estudios científicos actuales en psiquiatría son tan metodológicamente correctos como esto).

3.- Encontramos que hay un gen, o un grupo de ellos, que se asocia con los pacientes y no con los grupos controles (también sería importante que dicha asociación existiera en un porcentaje amplio de pacientes, para no dar pábulo a estudios vergonzosos como éste).

4.- Por lo tanto, la enfermedad está causada genéticamente, es de naturaleza biológica, y quien defienda lo contrario es un antipsiquiatra sin redención.

El problema es que este argumento, desde el punto de vista lógico, es tramposo.

Y la trampa está en que en ninguno de sus pasos se ha demostrado que la entidad X sea realmente una enfermedad. Porque tal demostración es imposible, ya que los genes son entidades biológicas, pero las enfermedades son constructos socioculturales (basados o no en determinadas características biológicas). Desde un punto de vista epistemológico, no puede demostrarse que algo sea una enfermedad porque tenga o deje de tener un origen genético.

El concepto de enfermedad es sumamente problemático y ya alguna vez hablamos acerca de ello. En líneas generales, se podría aceptar que enfermedad sería aquella condición biológica que ocasiona una disminución en la calidad o cantidad de vida, o diversos tipos de molestias, dolores, malestares o repercusiones. Por ejemplo, el sarampión es una enfermedad, porque ocasiona unos síntomas, un riesgo de complicaciones y se debe a un agente infeccioso. Y por parte de muchos psiquiatras infantiles (curioso doble significado, por cierto), el TDAH es una enfermedad, porque ocasiona unos síntomas, un riesgo de complicaciones y se debe a una predisposición genética.

Pero esta analogía también es tramposa, porque el sarampión produce síntomas objetivables con independencia del contexto sociocultural, como fiebre, erupción cutánea, etc. Mientras que el conjunto de síntomas que llamamos TDAH se consideran enfermedad en los manuales de psiquiatría de 2011, pero no están recogidos en ningún apartado de manuales de psiquiatría de los años 70, como el de Ajuriaguerra o el Compendio de Psiquiatría de Kaplan de 1975. Es decir, el TDAH se conceptualiza como enfermedad por una determinada cultura (y, como todo en la vida, en base a determinados intereses, conscientes e inconscientes, por parte de los múltiples agentes involucrados), pero tal conceptualización es una condición a priori no demostrada por medio de ningún dato objetivo (como serían la fiebre o las lesiones cutáneas en el sarampión). Cuando éramos pequeños disfrutábamos leyendo las aventuras de Zipi y Zape, que eran dos niños muy traviesos que hacían la vida imposible a sus padres y maestros. Hoy en día los dos tendrían un diagnóstico de TDAH, un certificado de discapacidad y un tratamiento crónico con psicoestimulantes y posiblemente neurolépticos.

Y, según el paradigma médico, la enfermedad debe ser una condición biológica. Es decir, un proceso biológico con una causa biológica. O llegaríamos a absurdos tales como considerar la pobreza o la exclusión social, tan dañinas por otra parte, como enfermedades (o bien a considerar enfermedades constructos tales como el oposicionismo o la antisocialidad...). Pero, evidentemente, no toda condición biológico con causa biológica (genética o no) es una enfermedad. El hecho biológico es objeto de la ciencia natural, pero el acto de definir un hecho biológico como enfermedad o no, es un acto cultural, objeto por tanto de las ciencias sociales.

En este orden de cosas, el razonamiento desde los puestos de la psiquiatría biológica es que, si encuentran la causa genética del TDAH (cosa que no se ha hecho, aunque algunos lo vayan anunciando antes de tiempo) o de cualquier otra enfermedad mental (cosa que tampoco se ha hecho), ello demostraría de hecho la existencia de dicha enfermedad.

Pero este razonamiento es mentira.

Porque encontrar la causa genética de algo no demuestra en absoluto que ese algo sea una enfermedad.

Ser pelirrojo implica poseer determinado patrón genético y se hereda de forma clara. Pero ser pelirrojo no es una enfermedad.

El código genético implica una determinada configuración en el organismo humano. A lo mejor, implica que si cambia una base en el DNA, se sintetizará la hemoglobina con un aminoácido diferente y los glóbulos rojos tendrán una forma distinta que provocará su rotura en los vasos, con la consiguiente anemia falciforme. Está determinada genéticamente. Pero que sea una enfermedad no viene demostrado por su causa genética sino por el hecho clínico de que la cifra de hemoglobina disminuye y ello supone una serie de síntomas y riesgos físicos.

El código genético implica una determinada configuración en el organismo humano. A lo mejor, implica un temperamento más exaltado e inquieto, más tendencia a la distraibilidad (por no hablar del sin duda clave papel que la educación del niño y sus circunstancias sociales y familiares juegan en todo ello). Pero si encontramos un gen o varios que determinan ese temperamento, ello en absoluto demuestra que tal temperamento sea una enfermedad, Es nuestra cultura la que escoge que los niños deben estar quietos y atendiendo para no ser considerados enfermos (pero no demasiado, o les consideraremos depresivos). Y para lograr esa socialización, por otra parte imprescindible en el ser humano, se escoge la desrresponsabilización de todos: niños, padres, maestros y sanitarios... Mal camino, nos parece. Hace poco, el Ministerio de Sanidad nos obsequió con la noticia de que uno de cada cinco niños y adolescentes de este país era un enfermo mental necesitado de tratamiento. Entendemos que la campaña por la creación de la especialidad de psiquiatría infantil está en su apogeo pero aún así, tal noticia, sin datos de ningún estudio epidemiológico que la avale ni remotamente, nos parece no sólo falsa y absurda, sino directamente dañina para la opinión pública y la sociedad que poco a poco (o mucho a mucho) vamos creando entre todos. Conseguiremos acabar con el estigma de la enfermedad mental sólo al precio de ser todos enfermos y estar ya todos bajo tratamiento.

Pero volvamos al tema de hoy, que el cabreo nos hace dispersarnos...

Hay hechos biológicos de origen no genético que se consideran enfermedades, como el sarampión.

Hay hechos biológicos de origen genético que se consideran enfermedades, como la anemia falciforme.

Hay condiciones genéticas que son consideradas enfermedades, como la corea de Huntington.

Hay condiciones genéticas que no son consideradas enfermedades, como el hecho de ser pelirrojo.

Una cosa es que un determinado evento sea de origen genético, lo cual sólo puede ser cierto o falso, y otra cosa es que tal evento sea considerado una enfermedad, lo cual está sujeto a opinión y a cambio, según la evolución de una determinada cultura. Por ejemplo, hoy en día mucha gente defiende la no consideración del síndrome de Down como una enfermedad, sino como una diferencia frente al patrón común. Pero nadie discute su origen genético.

En fin, que a la hora de hacer ciencia (cosa que creemos importante, aunque luego nos acusen de antipsiquiatras) hay que saber un poquito de epistemología y diferenciar niveles. Porque si no, identificamos genética con enfermedad y podemos acabar medicando a los pelirrojos por considerarles enfermos, ya que tienen un patrón genético como causa de su diferencia...

No hace tanto tiempo que los psiquiatras considerábamos una enfermedad a la masturbación y enfermos a los homosexuales, o sea que esto del constructo de enfermedad a lo mejor no va a ser algo tan fiable como nos gustaría creer...


Jose Valdecasas
Amaia Vispe

11/1/12

Otra Psiquiatría (2)


AD INFINITUM

“Nadie cree actualmente que la Esquizofrenia, los Trastornos del estado de ánimo, o incluso los Trastornos de la personalidad, no poseen un sustrato biológico. De hecho, la perspectiva del DSM-IV (y DSM IV-TR) es que todos los trastornos del manual tienen, al menos, algún componente biológico y que todos ellos, incluyendo los de esta sección, también son influidos por factores psicológicos y ambientales” (Descubriendo el maravilloso mundo del DSM en Estudio de Casos. Guía clínica para el diagnóstico diferencial. DSM-IV-TR.). He de asegurarles que yo también creo firmemente que los trastornos mentales descritos en los DSM tienen un sustrato biológico. También creo que el Barça tiene un sustrato biológico y si me apuran, químico. Y la ensaimada, la paella, y el chocolate.

¿Es que hubo algún momento de la historia en que se pensara que algún trastorno padecido por animal mas o menos racional no tuviera sustrato biológico?. En la primera versión del DSM, nuestros antepasados, en su ignorancia, llegaron a insinuar, introduciendo el concepto de “reacción”, que determinados trastornos eran resultado de cosas que le pasaban a la gente en sus vidas. Afortunadamente hemos avanzado mucho desde entonces, y ese término desapareció en las siguientes versiones. Es que la ciencia avanza que es una barbaridad.

¿Acaso se puede dar un trastorno psicológico sin sustrato biológico? No. Solo en la ciencia ficción. Recordemos 2001, Odisea en el Espacio, donde el ordenador Hal acaba con parte de la tripulación de la nave que gobernaba. Aunque claro, podríamos achacar el problema al sustrato físico. O a la simple maldad del ordenador, que persiguiendo sus fines no se pone limitaciones. También en el mundo de Asimov, los Robots podían sufrir trastornos, en este caso, cuando llegaban a un bucle sin fin, o un callejón sin salida en su programación. Este último ejemplo es interesante, puesto que los robots acababan dañados físicamente por un problema de programación.

A mi me parece que, como en tantas y tantas ocasiones, podemos estar cayendo en las trampas del lenguaje. Si, las trampas de planteamientos del tipo, “me rendí de rendirme”, o “¿puede Dios que es todopoderoso crear una piedra que el mismo no pueda levantar?”. Según mi punto de vista no hay una separación entre lo biológico y lo psicológico. Están íntimamente relacionados uno con otro, por lo que el comentario que encabeza este texto me sobra a nivel informativo, salvo que me quieran a continuación “vender” otra serie de planteamientos y/o productos. ¿Hay una base, un origen, una etiología biológica, o bioquímica, en la mayor parte de los trastornos mentales?. Absolutamente NO, y esta es la trampa del lenguaje. Creo que en la mayor parte de los trastornos psicológicos, la base etiológica pertenece a un nivel de análisis absolutamente distinto. ¿Que tiene correlatos biológicos, bioquímicos, y físicos?. Por supuesto. Y por supuesto, esos cambios luego van a producir también a su vez toda una cascada de cambios que se van a desencadenar a posteriori y en todos los niveles de análisis.

De esto, se deduce inmediatamente que la intervención temprana evitaría (según como se intervenga, porque me parece que a veces es peor el remedio que la enfermedad) que a medio y largo plazo los cambios desencadenados a todos los niveles acabarán produciendo un artefacto irreconocible e imposible de relacionar con los primeros cambios producidos. De esta misma forma, si como ocurre en ocasiones, aún existiendo ese artefacto, las condiciones cambian, la vida de la persona cambia, porque cambian las circunstancias, es posible que esto desencadene cambios en la biología, en la química, y en la física, que haga que a su vez la cascada de acontecimientos se revierta. Ahora bien, es mucho más simple tratar de alterar la química. El problema es que esto también produce estos cambios a todos los niveles, es decir, introducimos una variable que dota de una mayor complejidad a todo el problema.

¿Estoy diciendo que estoy en contra de la medicación?. Lean atentamente el párrafo anterior. No. Creo que podría optimizarse su uso, cosa a la que no ayuda mensajes como el que encabeza este texto. Y creo en el derecho a la información veraz.

Es ridículo, estúpido, necio, absurdo, y perverso reducir lo que una persona siente a las sustancias químicas que segrega, aún siendo consciente de que sin ellas no podría sentir lo que siente. Sé que algunos de ustedes no estarán de acuerdo. Se alinean por tanto con el Alquimista que busca un bebedizo para que su amada se enamore sólo con verle.
Otros me hablarán de Gazzaniga, y de cómo los individuos con determinadas lesiones cerebrales, aún siendo imposible, se atribuyen la responsabilidad de sus conductas, y buscan explicarlas en términos de esa responsabilidad. ¿Eso también es química o es un factor, elaborado con palabras, y sólo posible por tanto en el mundo humano y simbólico, llamado necesidad de control?¿hay algo más terrorífico que llegar a la conclusión de que uno mismo hace cosas que no quiere hacer?¿es esta conclusión también reductible a la química?. ¿Las necesidades son química, biología o matemática?.

El lenguaje, ¿tiene también un sustrato biológico?. Un libro para un Koala es una cosa blanca llena de cagaditas de congénere. Para un humano, es “El Túnel” “Romeo y Julieta” “Crimen y Castigo” y “Estudio de casos del DSM-IV-TR”. Creo que no se puede separar el sustrato biológico de la psicología, de la misma forma en que no se puede poner en un puesto de trabajo a una media persona. El problema acaba siendo entonces dónde se pone el peso de la intervención. Y el peso, en nuestra área de trabajo, no debería de depositarse en la bioquímica si estamos de acuerdo en que las personas sufren con lo que les ocurre y que ese sufrimiento y su expresión es lo que llamamos trastorno mental. Hay que tratar con la vida de la gente, con sus condiciones, con sus miserias, y con su margen de maniobra y responsabilidad. No se puede jugar en la playa sin llenarse de arena, salvo que pretendamos que todas las playas sean de piedra.

Ahora bien y llegados a este punto, me gustaría informar al lector de que el que escribe estas líneas es un ser que navega en un mar de dudas, que ha llegado a acostumbrarse a surcarlo, por lo que la sensación de vértigo ya no le produce alarma. Simplemente la acepta como algo connatural al lío mayúsculo en el que se ha metido solo, con las decisiones que ha tomado en la edad de la ignorancia (Kundera dixit).

Creo, y es una creencia, que un comportamiento, una actitud, un sistema, una idea, no sobrevive y prevalece, si no está plagado de ventajas, más o menos evidentes y en su más amplio sentido. Así pues, siguiendo esta premisa, el biologicismo imperante en la psiquiatría y en la psicología (sí, también en la psicología!!!) tiene que tener una serie de ventajas respecto a otros planteamientos, así que voy a tratar de enumerar aquí algunos.

Se me ocurre en primer lugar, que algunas personas en crisis son un auténtico latazo para cualquiera que se cruce con ellas. Si además resulta que estás involucrado emocional o sentimentalmente con ellas, entonces seguramente tu también entrarás en crisis con la diferencia de que no tendrás ningún margen de control de la situación, salvo el desaparecer una temporada y esto, aunque fuera posible a nivel práctico, a nivel emocional, precisamente porque tienes un vínculo, no suele ser viable.

En este punto, he de pedir disculpas a todos aquellos que se sientan agraviados, molestos, irritados o aludidos, especialmente a los que son mis amigos . Lo lamento, pero es como me he sentido en las ocasiones en que me ha sucedido algo al respecto con alguien en ese estado, en mi vida personal. Miedo, confusión, agobio, enfado, cansancio, y un largo etc...Pero he aquí que llega la psiquiatría biologicista y nos dice a todos los implicados que esa persona a la que queremos o apreciamos, está enferma, no es responsable de nada de lo ocurrido, y que lo que necesita es tratamiento. Además, resulta que con el tratamiento, efectivamente deja de molestar, y tú vuelves a estar bien. Claro, sólo en situaciones donde esa persona no sea muy íntima, en cuyo caso, te darás cuenta de que por ahora no va a molestar porque ha desaparecido (voy a ser provocador, y de las desventajas de esta opción no voy a hablar en este texto).

Siguiendo por esta senda, la familia, amigos, vecinos y otras personas del entorno, dejan de sufrir los inconvenientes de estar próximos a esa persona en crisis que además manifiesta su sufrimiento de una forma tan molesta. Por supuesto, con la solución, se entiende implícitamente que la persona no está en crisis, que las decisiones que toma o ha tomado durante años, no tienen nada que ver, y que simplemente se ha enfermado de la misma manera que si se hubiera contagiado de fiebres tifoideas.

Resumiendo este punto: solución rápida, eficaz e inmediata para un problema serio y complejo. El problema solucionado, por supuesto, es las molestias ocasionadas a todo el entorno. Entiendo que esto no es totalmente así. A pesar de la medicación, o debido precisamente a ella, los problemas suelen repetirse en el tiempo. Este tipo de solución, genera agradecimiento en las personas que ahora sienten que hay un norte y que alguien controla la situación (también sé que esto no es totalmente así).

No es desdeñable el beneficio económico. Sin intención de cansarles aquí con cifras ya que para eso hay otros profesionales por ahí, haciendo muy buenos trabajos al respecto, me gustaría limitarme a señalar el hecho de que buena parte de los diez fármacos más lucrativos para la industria farmacéutica, son utilizados habitualmente en los servicios de psiquiatría de todo el mundo. Hasta tal punto se ha llegado, que existen desde hace décadas, clínicas dedicadas a la desintoxicación de psicofármacos. Más grave aún es el hecho de que muchos de esos fármacos se nutren de un, relativamente nuevo, nicho de mercado en este área, el infantil. Así pues, para el sistema es una enorme ventaja el disponer de consumidores ad infinitum de sus productos, y desde edades cada vez más tempranas. Por supuesto, todos los implicado en las “operaciones”, también resultan beneficiados de una forma más o menos directa, por el lucro de la industria, sus investigaciones sesgadas y por tanto, sus conclusiones tramposas.

El beneficio para las empresas también es importante, pero mucho más complicado de valorar. Un trabajador estresado, es un trabajador que ha enfermado, y que con su tratamiento podrá volver al trabajo. Aquí los psicólogos hemos ayudado bastante, con nuestro gusto por las palabrejas técnicas que nos dan lustre y esplendor. El valor del estrés como enfermedad o trastorno, que justifica un tratamiento, caería en picado si manipulando cualquiera de las variable implicadas en el problema, y sin tocar para nada la bioquímica, consiguiéramos que esa persona que trabaja, dejara de estar casi de forma inmediata, estresada. Cambiamos al jefe gritón, o le subimos el sueldo al trabajador de forma que se sienta bien pagado, o dotamos de sentido y de valor a lo que hace, o le procuramos una conciliación familiar-laboral realmente conciliadora, o ponemos personal de apoyo cuando hace falta y no permitimos que esa persona cargue sola con el peso de la empresa.....Si hacemos esto y la persona “se cura”, ¿dónde está el estrés?¿dónde está la enfermedad? Obviamente, soy consciente de que el medicar al trabajador es mucho más barato y beneficioso para el sistema (con buenas intenciones, con ética y con valores no se compra nadie una televisión de plasma, ni un BMW). Así pues, y resumiendo nuevamente: el trabajador estresado vuelve a trabajar medicado, posiblemente y también ad infinitum. Puede ocurrir que ese mismo trabajador medicado acabe suicidándose (véase el caso France Telecom), pero aquí realmente pierdo el hilo y no se si el sistema gana o pierde, aunque es evidente que las funerarias forman parte del sistema y los abogados también.

El punto más delicado de lo que pretendo decirles, es el referido a la propia persona en crisis, a la persona diagnosticada y en definitiva, a la persona que sufre. Habitualmente, una parte de su rehabilitación, o al menos, parte de los esfuerzos dedicados a ella, consiste en que asuma o que tenga lo que se ha dado en llamar “conciencia de enfermedad”. Esto se hace tanto en los casos en que la enfermedad consiste en robar cosas innecesarias (cleptomanía), en esnifar cocaína, o en jugar a la ruleta (ludopatía). También en la esquizofrenia, el trastorno bipolar o la hiperactividad.

Con la conciencia de enfermedad viene la obligatoriedad de realizar un determinado tratamiento, ya sea conductual o farmacológico, ya que si no se cumple con esta prescripción, además de poder ser diagnosticado con una nueva enfermedad, con seguridad se volverá a recaer, con la terrible consecuencia o amenaza de un deterioro, también, ad infinitum. A mí, esta actitud de determinados profesionales y/o equipos de profesionales y/o planteamientos etiológicos/terapeúticos, hacen que automáticamente piense en Dante y en Perelman. No voy a negarles que para mi disgusto, también pasa por mi cabeza la más popular figura de Joseph Aloisius Ratzinger.

La enorme ventaja del planeamiento psiquiátrico más biologicista para los problemas de salud mental (vamos a llamarlos así, y vaya usted a saber que es eso de “salud mental”, que no es lo mismo que “salud cerebral”), es que la persona sólo tiene que hacer lo que dicen los profesionales, seguir el camino que se les ha marcado, dejarse cuidar, y tratar de asumir que su margen de responsabilidad sólo llega hasta ahí. Nada tienen que ver las decisiones que se toman o se han tomado hasta ese momento, y no hay nada personal en el problema, todo es bioquímica, cerebro y enfermedad. Esto, por supuesto, evita incómodos cuestionamientos, incómodos esfuerzos, e incómodas incertidumbres, por supuesto, ad infinitum.

Como conclusión, me gustaría llamarles la atención sobre un hecho que se deduce fácilmente de la lectura de estas líneas: todos los actores implicados en el problema de salud mental (que vaya usted a saber que es eso) de una persona X en un momento determinado de su vida T, obtienen importantísimos beneficios, más o menos evidentes, del planteamiento, de la forma más extendida de entender los problemas de salud mental (q.u.s.q.e.e) por parte de la psiquiatría y de la psicología (sic¡¡¡).

En otra ocasión, les expondré si me lo permiten, los serios inconvenientes que para algunos de los actores implicados, fundamentalmente para el actor protagonista, tiene esta opción.

 

"Madre Teresa de Calcuta a un enfermo terminal de cáncer.-  hijo mio todos esos dolores y padecimientos en realidad son besos del Señor...
Enfermo.- pues dígale al señor que deje de besarme, por favor."

 

Jesús Castro Rodríguez

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
Grupo GP de Servicios Psicológicos

 

9/1/12

Otra Psiquiatría (1)

 

"El delirio es una tentativa de curación, y la persecución, la única compañía del paranoico". Lo dijo Sigmund Freud y se trata de una afirmación en la que los profesionales que practican la Otra psiquiatría creen a pies juntillas. Se distancian del maridaje actual entre la psiquiatría y la farmacología y defienden que los pacientes son sujetos singulares a los que es necesario guiar. En definitiva, defienden la revitalización y extensión del ahora tan polémico psicoanálisis partiendo de su ejercicio en las instituciones públicas sanitarias.

Sigmund Freud revolucionó la clínica psiquiátrica, que durante la primera parte del siglo pasado se ocupó de la estructura de la locura y de buscar sus causas. Sin embargo, hoy el discurso farmacológico ha logrado imponerse y los pilares de la psiquiatría son el tratamiento biológico y la terapia cognitivo conductual. La receta de la Otra psiquiatría consister en combinar los fármacos con un tratamiento oral, que devuelva al demente su individualidad y la responsabilidad sobre su locura.

"En la Otra psiquiatría confluye la amistad, el interés por el estudio de la psicopatología psicoanalítica y el trato con el loco. No es ninguna asociación, no tiene miembros ni socios", describe José María Álvarez, especialista en Psicología Clínica del Hospital Psiquiátrico Doctor Villacián, de Valladolid, escritor y uno de los mentores de este movimiento. "Nuestro punto de vista -continúa- es que dentro de cada loco hay alguien que trata de reequilibrar su locura. Por tanto, no es un ente abstracto, sino un sujeto singular al que hay que guiar y apoyar en su propio trabajo de recuperación".

La clave de este pensamiento y de esta manera de trabajar es que el loco es responsable de su locura y de aceptar ayuda . "Nosotros defendemos que se puede generalizar la oferta porque son pacientes graves pero pueden elegir. De todas formas, muchas veces no quieren; yo soy psiquiatra de la Seguridad Social en Vigo y recibo 20 pacientes al día, de los cuales la mayoría sólo quieren pastillas", explica Pepe Eiras, psiquiatra del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi). José María Álvarez matiza: "Hay dos tipos de tratamiento: uno busca que la gente siga dormida y no piense en nada, y otro intenta que despierte y sepa algo de lo que le pasa. Nosotros creemos que esta segunda vía es la mejor, pero respetamos a los que no quieren saber nada".

Historia del movimiento

Las personas vinculadas a la Otra psiquiatría son psicoanalistas, psiquiatras y psicólogos clínicos que trabajan en servicios públicos de Salud Mental. Orientados por la enseñanza de Lacan, estos especialistas apuestan por la revitalización y extensión del psicoanálisis en las instituciones públicas sanitarias. El movimiento surgió hace unos años en el Hospital Doctor Villacián, de Valladolid. Junto a José María Álvarez, desempeñaron un papel muy relevante Fernando Colina y Ramón Esteban. En 2004, la iniciativa superó el ámbito local cuando se sumaron Pepe Eiras y Chus Gómez, actualmente jefa de sección del Hospital Doctor Cabaleiro Goás, de Toén (Orense), una de las instituciones públicas españolas en las que se ha implantado un método diferente.

No al antojo comercial

Estos especialistas opinan que la psiquiatría actual gira en torno al positivismo científico y que ha dado la espalda al deseo de saber sobre la locura, enterrando la curiosidad y despreciando la inteligencia. A su juicio, hoy la industria farmacéutica dicta a su antojo comercial las vicisitudes y el modelo de los síntomas. "No es que aquí hagamos psiconálisis, sino que la escucha psicoanalítica orienta el trabajo en equipo", aclara Chus Gómez sobre los métodos del hospital psiquiátrico de Orense. Se trata de un abordaje que respeta la particularidad de cada persona, que no se queda en la superficie sino que se adentra en la historia vital del paciente. Gómez explica cómo se trabaja en Toén: "Mi escucha está orientada por el psicoanálisis. Tratamos de insertar la biografía del paciente en lo que ocurre, de hablar, de escuchar; intentamos el trato, el pacto".
Cuando hablan de resultados, no tienen dudas: "A nivel estadístico, algunos estudios internacionales indican que con este tipo de terapia -fármacos más tratamiento por la palabra- los resultados son un 50 por ciento mejores", asegura Pepe Eiras.
Uno de los principales beneficios "es que el paciente está más conforme consigo mismo, sufre menos y sus síntomas le permiten vivir mejor", añade José María Álvarez. También aumenta su capacidad de relacionarse con los demás haciendo posible su salida de un centro psiquiátrico. Sin embargo, Gómez advierte de que "no todos los pacientes pueden hacer algo con su locura”. En este sentido, Eiras resalta que estas terapias requieren de un mayor compromiso por parte de los enfermos, lo que no es fácil de conseguir.
De todos modos, la práctica de la Otra psiquiatría se traduce no sólo en el estado de los pacientes sino en la dinámica de las instituciones y en el ambiente que se respira cuando se cruza la puerta de entrada. "Toén es hoy un hospital psiquiátrico moderno", insiste Eiras. Salvo las rejas colocadas en las ventanas, nada hace recordar el rancio ambiente de esos viejos psiquiátricos tantas veces llevados al cine en este complejo abierto en 1959 y en cuyo recorrido las sensaciones no distan mucho de las que surgen cuando se transita por cualquier centro hospitalario.

Como en otras muchas instituciones psiquiátricas, Toén se regía en el pasado por un discurso cerrado, resistente al cambio y apegado a las normas. La influencia de la Otra psiquiatría ha provocado un giro que posiblemente ya no tiene retorno. "Los pacientes están más apaciguados y vivos; la institución se ha dulcificado", confiesa satisfecha pero con discreción Gómez, quien no tiene dudas de que el ambiente hospitalario tiene una repercusión en los enfermos.

Pero existen cifras y datos concretos. Los pacientes necesitan menos medicación y, por ejemplo, en el último año la institución orensana ha ahorrado 20.000 euros en fármacos. Se pueden externalizar un número considerable de pacientes y, de hecho, en los últimos doce meses han abandonado el hospital alrededor de 30 personas, algunas con 10 y 15 años de antigüedad; el caso más llamativo es el de un paciente que llevaba viviendo entre estas paredes 39 años. Prácticamente han desaparecido las contenciones mecánicas y se han reducido tanto los reingresos como los pasos al acto (intentos de fuga, consumo tóxico, etc.).

"Los pacientes toman sus propias decisiones"
Alcira Cibeira es una psiquiatra joven que hace dos años terminó su residencia en el Servicio de Psiquiatría del Complejo Hospitalario de Orense. Como los demás, en ese período de aprendizaje realizó una rotación de cuatro meses en Toén. "Todo el mundo trataba de que el mes de vacaciones coincidiese con esta rotación y estar lo menos posible aquí", reconoce esta especialista que ahora forma parte del equipo de psiquiatría de este centro. "Yo pensaba en pacientes crónicos, no rescatables, así que cuando Chus Gómez me llamó para que me incorporase al proyecto dije que no", recuerda. Pero cambió de opinión: "Me sorprendió su manera de trabajar, me quedé alucinada con su forma de tratar a un paciente conflictivo".Cibeira asegura que se han producido muchos cambios, algunos muy sutiles y otros muy radicales: "Desde que algunos pacientes dejaron de beber de manera compulsiva hasta que ahora ellos toman sus propias decisiones, tienen más margen de maniobra". Hay que destacar que la Otra psiquiatría es una iniciativa con una vocación docente, ya que en los servicios hospitalarios de las instituciones públicas se forma a futuros especialistas en Psiquiatría y Psicología Clínica (MIR y PIR). Así, el Hospital Cabaleiro Goás imparte un seminario de psicoanálisis cada dos semanas, en el que participan prácticamente todos los residentes del área de Orense y también de otras áreas sanitarias próximas.

'Loco' describe una manera de entender el mundo
Los profesionales vinculados a la Otra psiquiatría abogan por la recuperación de algunos términos, una muestra más de una concepción distinta de la Psiquiatría. Siempre se refieren a sus pacientes como "locos" porque defienden que es una palabra muy digna que atribuye a la persona una manera de entender el mundo. "Hablamos de loco, pero no en sentido peyorativo, sino para devolverle su dignidad", explica Chus Gómez.
Lo mismo ocurre con "histeria". José María Álvarez recuerda que es uno de los términos médicos y clínicos más antiguos de la historia de la humanidad y que el lastre que tiene de injurioso ha acabado con el concepto. "Sin embargo, es un término muy específico y que tiene una utilidad clínica indudable. Histeria quiere decir insatisfacción y la apuesta de una persona por seguir insatisfecha. Es una palabra que no tiene nada que ver con estar de los nervios o con que la vida te desborde y te pongas a gritar".
María Lagoa, Vigo
Extraido del Diario Medico del 28/07/2008