Forzar a un tratamiento inyectable, el que sea, es desconocer las vicisitudes de la clínica de un sujeto psicótico, con cuya voluntad y deseo es imprescindible contar. En la práctica cuando a un sujeto-paciente se le somete a un tratamiento forzoso por imperativo legal, el resultado es que éste no acuda a la cita de su tratamiento. Y si lo forzamos con la amenaza de los jueces, la respuesta es la misma. El sujeto sabe con quien se las gasta y una y otra vez desiste. Si no contamos con el consentimiento del paciente jamás habrá penetración en las claves de su “locura”. Y si es así estamos perpetuando la condición de Flic-psiquiatras o psiquiatras policías que ya se denunció en los años setenta.
Vuelven los auspiciadores de la psiquiatría-gendarme, reaparecen los psiquiatras agentes de una justicia imposible de ejecutar ya que la locura de cada uno no es asimilable al discurso ordenancista de los jueces. Los jueces desisten de juzgar lo que es imposible por estructura de entender y en consecuencia juzgar. Por ello recurren a la psiquiatría-política para enderezar a los sujetos-psicóticos que simplemente disienten de los discursos de los amos y expresan con su delirio la verdad de su disidencia.
Por otra parte, toda la consideración para la investigación en el campo de la psiquiatría biológica, pero atención a la Biología que sirve a los intereses espurios y bastardos de las multinacionales de los psicofármacos que engrosan las arcas de sus consejos de administración.
Los psiquiatras no deben jugar el papel de correa de transmisión de los jueces si estos se topan con la imposibilidad de juzgar e intervenir violentamente con un sujeto-paciente. Su lugar no debe ser venir a suplantar el vacío de la justicia y ocupar la impostura de juzgar e intervenir “terapéuticamente” sobre un sujeto que no otorga su consentimiento y rechaza la acción de otro agente del que desconoce su intencionalidad.
Si el sujeto-paciente–psicótico ha conculcado el orden establecido en la estructura social, y hace imposible la convivencia, sea social o familiar, habría que habilitar Residencias Asistidas donde alojarle y darle un lugar en el que pueda aceptar la intervención de un terapeuta que le respete en su subjetividad y le ofrezca la posibilidad de la escucha de su discurso en el que pueda articular algo de las claves de su singularidad con la que opera para atemperar lo Real que le invade.
La medicación solo puede intervenir como mediador para que el sujeto pueda ceder en su imposibilidad de articular la palabra a su sufrimiento o lo que es lo mismo, articular su palabra a lo real de su goce-sufrimiento en su diálogo con el terapeuta.
Enrique Rivas
Psiquiatra y Psicoanalista (Responsable de la Sección de Psicoanálisis de la AEN)
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