20/12/11

Respuesta de la AEN frente al TAI

La Asociación Española de Neuropsiquiatría muestra su claro desacuerdo con la noticia, difundida la semana pasada por Servimedia, en la que se afirmaba que “Los psiquiatras abogan por el tratamiento forzoso de pacientes graves”, y en las que se recogían unas declaraciones del presidente de la SEP, el Dr. Jerónimo Saiz a favor de un cambio legislativo que regule el tratamiento involuntario de los pacientes con trastornos mentales graves.
          En enero de 2009 elaboramos un escrito en el que se realizaba un análisis de las distintas propuestas que se habían producido en relación a la legislación del tratamiento ambulatorio involuntario y se argumentaba porqué la AEN se oponía a que se realizara una legislación específica en el ámbito civil destinada a regular el TAI para los enfermos mentales. Esta argumentación queda reflejada en el documento que se adjunta, pero en síntesis puede resumirse en:

· El Retroceso Legal que supondría la aprobación del Tratamiento Ambulatorio Involuntario.
· La Restricción de Derechos que ello supone.
· La Alianza Terapéutica como eje fundamental del tratamiento.
· Distraer la atención de los elementos relevantes para implicar en su tratamiento a las personas con trastornos mentales graves, que son, además del trabajo de la alianza terapéutica, la disponibilidad de servicios y equipos de tratamiento que trabajen asertivamente en la comunidad.

Desde el punto de vista técnico profesional, los análisis de las experiencias existentes en el mundo anglosajón (USA, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Israel,…) son claramente contradictorias. En la Revisión Cochrane (2006) sobre el Tratamiento Obligatorio en la Comunidad (por orden judicial) y el Tratamiento Ambulatorio no Voluntario para personas con trastornos mentales graves, las conclusiones muestran que “no se han encontrado pruebas que sugieran que el tratamiento obligatorio en la comunidad puede constituir una alternativa a la atención estándar”. Señalan además como la legislación en esta área puede ir en detrimento de intervenciones más beneficiosas para las personas con trastorno mental grave como el Tratamiento Asertivo Comunitario o el Case Management Intensivo, que han demostrado su eficacia en revisiones sistemáticas, pero que son más costosas”. Así mismo, las evaluaciones publicadas sobre experiencias como la Ley Kendra son metodológicamente poco rigurosas, ya que carecen de grupo de control, y no distinguen el efecto que supone que la medida legal tiene que ir acompañada necesariamente de la financiación de la provisión de servicios integrales, la mayoría de las veces del tipo de Tratamiento Asertivo Comunitario.

En este mismo sentido, el documento elaborado desde la confederación FEAFES de asociaciones de familiares y personas con enfermedad mental, y la contestación a la noticia mencionada, se pronuncia en un sentido similar, resaltando que lo realmente relevante y necesario es la provisión de unos servicios integrales adecuados y suficientes para garantizar la atención individualizada de las personas con trastornos mentales graves.

En consecuencia, la AEN reitera su total oposición a cualquier cambio legislativo en este campo, y quiere señalar que los esfuerzos de las Administraciones deben centrarse en garantizar la existencia de unos servicios comunitarios integrales adecuados y suficientes para las personas con trastornos mentales graves.

Maria Fe Bravo Ortiz
Psiquiatra. Presidenta de la AEN

19/12/11

Otro artículo contra el TAI

          Otro artículo contra el Tratamiento Ambulatorio Involuntario, eufemismo políticamente correcto de MEDICACIÖN FORZOSA CONTRA LOS ENFERMOS MENTALES.

          Además de persona diagnosticada de cosas que empiezan por "esquizo", y entre otras cosas, me considero investigadora. Cierto que la fiabilidad y validez de mis estudios no son excesivemente altas en términos positivistas, desde el enfoque metodológico cuantitativo. La población estudiada se reduce a mi persona, y algunos amiguetes con quien he tenido el placer de charlar durante los últimos años. Pero si movemos un poco el enfoque, y si tenemos en cuenta que a las ciencias sociales (y creo que las ciencias que tratan del sufrimiento psíquico humano lo son)el positivismo, y ya no digamos el biologicismo, les acaba por quedar escaso, más pronto que tarde.

          Así que desplazamos el enfoque y nos acercamos a métodos más cualitativos, subjetivos incluso, ya no es un crimen hablar de subjetividad en psicología. (Porque si no hablamos de subjetividad en psicología, ¿de qué pretendemos hablar?). Desde un punto de vista más cualitativo, se me ocurren cosas. Por ejemplo pensar en la cantidad de brotes-viajes-emergencias-desterritorializaciones, y los nombres que se os ocurran, que me tocó experiemntar durante los últimos diez años, así a bulto. De lo que aprendí con ellos, y sobre todo acerca de ellos. Que remiten, que se identifican con un poco de experiencia, que como mejor se pasan es con cariño y sin alarma. Que tienen sus días super duros y que en algunos de estos no me hubiera importado empastillarme un poquito sino fuese porque sé que la mayoría de psiquiatras no acaban de entender lo de un poquito (de cantidad, de tiempo...), y no apetece discutir con ellos, y menos en pleno viaje donde no me fío ni de mi madre.

          A veces se aprende de la negación, de no saber nada excepto lo que no se quiere. Y yo no quiero la versión oficial, yo no quiero que me engañen diciéndome que lo que me pasa es crónico, y discapacitante, porque no es cierto. En mi caso no es cierto. Y si no es cierto en mi caso, puede no serlo en tropecientos casos más. Y si a mí me funciona este sistema, puede funcionarle a muchísimas personas más. Y si funciona en Finlandia, con el señor HAIKKULA y otros muchos que alguien irá poniendo en los comentarios, puede funcionar aquí. Y para eso hace falta investigación, y para investigar hace falta valor. Valor en la apuesta financiera, pero valor también en la apuesta epistemológica, valor en las connotaciones éticas de lo que se investiga, valor para afrontar riesgos y eliminar sufrimientos de la forma menos agresiva posible. ¿Qué sentido tiene cambiar un sufrimiento por otro? ¿Qué sentido tiene que se anuncie una medida como el TAI, supuestamente terapéutica, y a nosotros los diagnosticados se nos pongan los pelos como escarpias sólo de pensarlo? ¿Qué sentido tiene multiplicar el estrés para sufrimientos que precisamente se disparan con el estrés? ¿Puede ser el estrés de una medida terapéutica violenta? ¿Puede ser la violencia terapéutica?

          El TAI no soluciona nada, excepto quizá las cuentas de las industrias farmacéuticas, que tampoco acaban de dar pena, por qué no decirlo. Desde luego a los destinatarios no nos arregla nada, como no sea despertarnos terrores suicidas para defendernos de la indeseable escena de que un día vengan a nuestra casa blandiendo una jeringuilla cargada y no sepamos, en medio de la psicosis, si vienen a matarnos o a convertirnos en mutantes, que para el caso, para algunos casos, es parecido. Dejando a un lado metáforas de pesadilla, que es lo que provoca la idea del TAI a fin de cuentas, entraríamos en el tema de los derechos.

          Si os digo la verdad, no sé muy bien cuáles son las motivaciones de los organismos internacionales (ONU, por ejemplo) para que en el año 2006 hayan decidido que las personas con discapacidad somos tan personas como las otras. No sé por qué entonces y no antes, pero sé que ese año se redactó una Convención Internacional de los Derechos de las personas con Discapacidad, con carácter vinculante, que insta a los estados miembros a adoptar medidas en la dirección del empoderamiento, de la libertad de decisión, de la igualdad efectiva con el resto de personas. Una convención que supone un cambio de paradigma, del modelo médico-rehabilitador al modelo social, basado en la ciudadanía y su ejercicio pleno, basado en el reconocimiento de los derechos de estas personas en igualdad de condiciones que las demás. Vale que este tipo de textos a menudo se quedan, en casos particulares, en mera declaración de buenas intenciones, pero que posteriormente a su redacción y ratificación por parte de los Estados miembros se esté pensando en ignorarla por ley, mediante perversos argumentos que pretenden su violación disfrazada de terapia me parece un insulto a la dignidad de todas las personas para las que se redactó, personas para las que esta Convención supone un rayito de esperanza para tantos siglos de oscurantismo, paternalismo e institucionalización.

          Seguiría escribiendo argumentos contra el TAI, pero me daría la sensación de repetirme. En realidad ya lo estoy haciendo, pero la pedagogía es disciplina lenta, que necesita de la técnica de la repetición para consolidar sus objetivos. Mi objetivo es que quede claro que el TAI no es una medida terapéutica, sino represiva. Represiva de estados mentales que no siempre son tan terribles como se ven desde fuera, pero también represiva de derechos y libertades, represiva de alternativas científicamente progresistas, represiva de los elementos mínimos de cualquier terapia que se precie de serlo, uno de los cuales, si no estoy mal informada, es la alianza terapéutica.

          Aliarse contra el TAI es una buena alianza terapéutica.

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16/12/11

Respuesta de la SECCIÓN de PSICOANÁLISIS de la AEN al TAI


La Sección de psicoanálisis de la AEN se suma a la iniciativa de crear una comisión para el seguimiento de este “incidente” de los Laboratorios Janssen.

Forzar a un tratamiento inyectable, el que sea, es desconocer las vicisitudes de la clínica de un sujeto psicótico, con cuya voluntad y deseo es imprescindible contar. En la práctica cuando a un sujeto-paciente se le somete a un tratamiento forzoso por imperativo legal, el resultado es que éste no acuda a la cita de su tratamiento. Y si lo forzamos con la amenaza de los jueces, la respuesta es la misma. El sujeto sabe con quien se las gasta y una y otra vez desiste. Si no contamos con el consentimiento del paciente jamás habrá penetración en las claves de su “locura”. Y si es así estamos perpetuando la condición de Flic-psiquiatras o psiquiatras policías que ya se denunció en los años setenta.
Vuelven los auspiciadores de la psiquiatría-gendarme, reaparecen los psiquiatras agentes de una justicia imposible de ejecutar ya que la locura de cada uno no es asimilable al discurso ordenancista de los jueces. Los jueces desisten de juzgar lo que es imposible por estructura de entender y en consecuencia juzgar. Por ello recurren a la psiquiatría-política para enderezar a los sujetos-psicóticos que simplemente disienten de los discursos de los amos y expresan con su delirio la verdad de su disidencia.
Por otra parte, toda la consideración para la investigación en el campo de la psiquiatría biológica, pero atención a la Biología que sirve a los intereses espurios y bastardos de las multinacionales de los psicofármacos que engrosan las arcas de sus consejos de administración.
Los psiquiatras no deben jugar el papel de correa de transmisión de los jueces si estos se topan con la imposibilidad de juzgar e intervenir violentamente con un sujeto-paciente. Su lugar no debe ser venir a suplantar el vacío de la justicia y ocupar la impostura de juzgar e intervenir “terapéuticamente” sobre un sujeto que no otorga su consentimiento y rechaza la acción de otro agente del que desconoce su intencionalidad.
Si el sujeto-paciente–psicótico  ha conculcado el orden establecido en la estructura social, y hace imposible la convivencia, sea social o familiar, habría que habilitar Residencias Asistidas donde alojarle y darle un lugar en el que pueda aceptar la intervención de un terapeuta que le respete en su subjetividad y le ofrezca la posibilidad de la escucha de su discurso en el que pueda articular algo de las claves de su singularidad con la que opera para atemperar lo Real que le invade.
La medicación solo puede intervenir como mediador para que el sujeto pueda ceder en su imposibilidad de articular la palabra a su sufrimiento o lo que es lo mismo, articular su palabra a lo real de su goce-sufrimiento en su diálogo con el terapeuta.

Enrique Rivas
Psiquiatra y Psicoanalista (Responsable de la Sección de Psicoanálisis de la AEN)

15/12/11

JERÓNIMO I DE JABUGO


  Era el reino de Jabugo, pequeño y peludo, como el burro de Juan Ramón (Jiménez). Constaba su real censo de 2500 habitantes y muchísimos visitadores médicos, muchísimos pero muchísimos, venidos de reinos aledaños para gozo de propios y acojone de extraños. No se extrañen pues cuando les cuente que era el tal reino un lugar próspero en negocios especulativos. A falta de materia prima, a falta de materia a secas, habíasele dado a los jabuguenses, con Jerónimo I a la cabeza, por sostener la extraña teoría de que abundaban los cerebros enfermos, o enfermedades del cerebro, para las que no se conocía foto de virus, molécula ni organismo vivo alguno que probase su existencia. No constituía esta carencia palpable motivo alguno de contradicción entre los jubilosos jabuguenses, que trabajaban de pluriempleados como publicistas para el rey Jasón (pronúnciese Yansen), propietario de una próspera industria, un poco de capa caída a tenor de los últimos acontecimientos, que entre otros productos fabricaba píldoras de engorde y adormecimiento, cualidades que había logrado reunir, en un alarde de ingeniería industrial, en un sólo producto.

   La reconversión industrial de Jabugo condenaba a sus eméritos habitantes, todos muy cualificados, a desempeñar labores menores de recetaje-exprés, y habíalos quienes comenzaban a pensar en invertir capital humano y no tan humano en empresas de seguridad y orden público. Pero no dejaban de ser planes a largo plazo. Para el goce del instante, para garantizar una supervivencia holgada y una pacífica cohesión social caiga quien caiga estaban a la sazón negociando con Jasón la campaña de distribución del susodicho fármaco/píldora o jamón (la documentación es confusa  a este respecto), para lo cual se organizó un congreso monográfico.

   Las conclusiones del congreso fueron poco menos que sorprendentes, se decidió por unanimidad una petición pública de compra y administración forzosa del producto, hecho de escasos precedentes si no tenemos en cuenta una cierta alarma social a propósito de un modelo de vacuna contra la gripe que finalmente no contó con el suficiente apoyo para su implantación sí o sí.

   A día de hoy, una oleada de indignación contra la agresividad de la campaña publicitaria recorre el espinazo de pequeños pero compactos y bien avenidos reinos adyacentes. La belicosidad del reino de Jabugo en materia publicitaria es proverbial, años de experiencia les avalan. Especializados en la venta de ilusiones clínicas, con profusos manuales publicados en prestigiosos chiringuitos internacionales, se sabe que no se arredran fácilmente. Queda por ver si gozan todavía de la fidelidad de su aval más importante: los clientes potenciales. Una campaña de desprestigio sin precedentes siguió a la presentación del nuevo producto. La competencia, aliada con la clientela, hastiadas ambas de los mecanismos agresivos de Jerónimo y su departamento de recursos humanos, han hecho público su rechazo y amenazan con no enfermar del cerebro nunca más. Actualmente se está realizando un minucioso casting en las agencias de calificación de jabuguenses, con la finalidad de bajar la prima de riesgo hasta límites insostenibles para la supervivencia de los negocios que allí se dan cita, llegando al extremo, si las dolorosas circunstancias lo requieren, de un crack financiero que erradique de una vez por todas el cáncer especulativo.

   Numerosas páginas huevo de todo el mundo están en estos momentos haciéndose eco de la noticia, permanezcan atentos a sus pantallas, siempre será más saludable que hacer turismo en las inmediaciones de Jabugo. Noticias de última hora confirman que su Majestad Jerónimo I tiene problemas para conciliar el sueño expansionista con la obstinada realidad".

Laura Piñeiro
Persona diagnosticada

14/12/11

ANOTA AHÍ... NO TAI

Con el revuelo montado, los ánimos encendidos y los indios gritando Jerónimo todos nos apuntamos al carro de no al TAI. A veces uno se fía de los colegas de siempre, de los camaradas de trinchera y si hace falta de un amigo de un primo de un cuñado que te dijo un día que también era del madrid. Si no al TAI no al TAI, eso tiene mala pinta. Pero claro uno  también se pasea y se codea con los del otro lado e incluso con los que se dejan de lado. Esos miles de  psiquiatras y psicólogos que simplemente trabajan y no tiene mucho tiempo para contemplar lo político de su acción o las vicisitudes de las corrientes de opinión. Y esos me están susurrando al oído, sin malicia ni inquina, oye pero es que yo tengo dos pacientes que les vendría de perlas un pinchazo obligatorio. Y te vas acordando de los fregaos de las trincheras, de las unidades de agudos, de los jueces, de las familias desesperadas y de ese paciente que te vino a decir algo y que al día siguiente se tiró por la ventana. Y por un segundo titubeas, amenazas con cambiar de acera, aunque sea en la oscuridad de la trinchera. Pero no, cojones que no. Sabes de sobra que no hay nada peor que el miedo y la desesperación para tomar una decisión. Sabes de sobra que un psiquiatra no está para legislar, imponer castigos ni torturar síntomas. Seguro que habrá pacientes que se podrían beneficiar de un pinchazo por ley pero el sacrificio político es tal que se tendrán que aguantar. El sacrificio es de tal magnitud que un día obligas a alguien a pincharse y al día siguiente cambias algunos diagnósticos para poderles pinchar también y cuando te quieres dar cuenta estas pensando invadir Portugal a golpe de Depot. Porque  no se trata solo de la dignidad de las psicosis, la elección del sujeto y el goce del sinthome ni son sino de convertir a la psiquiatría en un verdadero sumidero de la libertad. Un agujero  por donde recoger los restos de pedazo de cualquier tipo de convivencia democrática y empezar a TAIar otro monolito de los de siempre. De esos tipo uno, grande y libre. Es decir rígido, inamovible y asesino.

Javier Carreño
Psiquiatra-Psicoanalista. Vigo

13/12/11

NOTA DE PRENSA

          Desde distintas plataformas y asociaciones de usuarios, familiares y profesionales de salud mental queremos expresar nuestro rechazo e indignación hacia las declaraciones del Dr. Jerónimo Sainz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatria, abogando por la implantación de un tratamiento farmacológico involuntario y por orden judicial a aquellas personas que han sido diagnosticadas de trastorno mental.
          Creemos que las principales medidas para garantizar el tratamiento de las personas diagnosticadas de trastorno mental es el desarrollo de Unidades de Salud Mental completas, como establece la Estrategia del Sistema Nacional de Salud, en las que se trabaje desde posiciones que prioricen la escucha, el acompañamiento, la complicidad y aquellos aspectos terapéuticos que favorezcan la inclusión social y la reestructuración identitaria del afectado y su biografía.
          El Tratamiento Ambulatorio Involuntario es un motivo más que pone en evidencia la perpetuación de ciertas medidas coercitivas más propias de lógicas manicomiales -teóricamente superadas- que de abordajes propios del siglo en el que estamos. Pues entendemos que en esta época del individualismo colectivo, más que nunca, el abordaje terapéutico debería reforzar los vínculos, el compromiso y las relaciones que puedan generarse entre los distintos afectados en la evolución de un trastorno mental.
          En esta misiva insistimos en que la aplicación de tratamientos involuntarios generalizados es claramente incompatible con la Convención de la ONU sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por España en 2007 y por tanto de obligado cumplimiento en nuestro país.

Raúl Velasco (Radio Nikosia) + La Otra Psiquiatría

ADHESIONES:

ADEMM
FECAFAMM
Comité de ética de FCCSM
AIXEC
SARAU
Radio Nikosia
La Otra Psiquiatria
Fundación EL DRAGO
Plataforma No Gracias

10/12/11

LA DERIVA DE LA PSIQUIATRÍA HACIA LA NADA: EL NAUFRAGIO DE UN SABER


Hay reuniones, tertulias, congresos, simposiums, presentaciones, jornadas y seminarios. Desde otro punto de vista, todas ellas pueden corresponder a casualidades, premeditaciones, afinidades e intersecciones.
Y luego están las otras cosas. Por ejemplo, la coincidencia entre el consejero director de desarrollo de negocio y relaciones institucionales (largo nombre) de un laboratorio farmaceutico y un jefe de servicio de psiquiatría. Son, digamos, dos personas que pasaban por allí y que coinciden. Y, como si de una propiedad emergente se tratase, surgen dos ideas que también coinciden, es decir, el tratamiento ambulatorio involuntario y un novedosísimo tratamiento neuroléptico depot.
          Lo primero es una coincidencia entre dos personas y Rof Carballo le llamaría un encuentro. Yo no me atrevo a tanto aunque sí creo que cuando uno busca, pues encuentra. Lo segundo es una coincidencia mix: entre tratamiento y sentencia judicial, de un lado, y entre un fármaco y una nalga (o un deltoides), de otro. Todo muy dispar, diría yo, a primera vista.
          Bien, en todo caso hay encuentros y coincidencias. Desde ellos surge el mensaje, que viene a ser de tipo redondo porque todo cuadra (obsérvese la disparidad geométrica): los locos no quieren tomar tratamiento, les ponemos una inyección cada dos semanas y asunto resuelto. Luego, claro está, la cosa se adorna. No podía ser de otra manera ya que, de lo contrario, todo parecería demasiada casualidad y a la gente a veces le da por sospechar. Por ejemplo, a tomar la medicina le llamamos “adherencia”. A que el loco diga que no está loco le llamamos “conciencia de enfermedad”. A los locos les aplicamos la estadística y nos sale que entre el 50 y el 70% pasa de las pastillas, perdón, quiero decir, no tienen adherencia. A ponerle la inyección aunque no quiera le llamamos tratamiento ambulatorio involuntario y al tratamiento ambulatorio involuntario le ponemos unas siglas, T.A.I. Y, finalmente, nos queda que un consejero director de desarrollo de negocio y relaciones institucionales de un laboratorio farmaceutico y un jefe de servicio de psiquiatría han tenido un encuentro productivo lo cual no deja de ser una feliz coincidencia.
          Se apagan las luces, se cierran los micrófonos, el acto de presentación de un fármaco llamado Xeplion termina y este final aspira a que nada pueda ser ya dicho porque es un final surgido de un encuentro (afortunado) y una coincidencia (feliz).
          Y sin embargo, esa nada a la que aspira el final de este tipo de discursos es el naufragio de un saber.
          Los pacientes psicóticos niegan con frecuencia estar enfermos. Es, de alguna manera, lo que los hace irreductibles, la esencia misma de la locura. Desde el nacimiento de la psiquiatría esta característica le ha obligado a transitar en el ejercicio de la clínica a través del conflicto, de la dificultad. Pronto aparecieron tensiones entre una tarea custodial el enfermo frente a una tarea terapeutica. O entre las aproximaciones más medicalizadas y aquellas más psicologizadoras. Tensiones entre la dimensión subjetiva de un enfermo y la pretensión objetivizadora de la enfermedad. En definitiva, si la esencia de la locura es que no se reconoce como tal, la esencia de la psiquiatría es la de un saber atravesado por la ética. Por eso, ante la disidencia que plantea el loco a una sociedad democrática, la respuesta que da tal sociedad es un marcador de sus valores. En el fondo lo que estoy afirmando es que una manera de conocer a una sociedad determinada es analizando cómo gestiona y cómo trata aquello que siempre ha sido a lo largo de la historia de ser susceptible del estigma, los prejuicios y la injusticia. La locura y los locos son un tipo de estos marcadores sociales, por mucho que el empeño vaya en sentido contrario, quiero decir, en encontrar un marcador de la locura. La locura es, en sí misma, un marcador.
          El tratamiento ambulatorio involuntario es una exigencia que una sociedad hace amparada en el sistema judicial a los locos: que se mediquen. Es una exigencia planteada a personas de las que se dice que no tienen conciencia de enfermedad y razonada por el sufrimiento que las psicosis generan tanto a los pacientes como a sus familias. Y es una exigencia realizada argumentando que la medicación cura este tipo de enfermedades. Este tipo de mensajes pasan de puntillas por dos cuestiones de gran calado, la del sufrimiento y la de la cura y por ello parece permisible hablar de exigencia. Son dos aspectos problemáticos y supongo que opinables. Sin embargo, lo que no es opinable es el incumplimiento sistemático por parte de la administración sanitaria de los sucesivos planes y proyectos relacionados con la salud mental. Tampoco es opinable que la psiquiatría siempre ha estado en una situación de inferioridad respecto a otros problemas de salud y que, desgraciadamente, la dejadez y la desidia han sido demasiado frecuentes. Creo que no es opinable (porque forma parte del saber de la psiquiatría) que existen intervenciones de tipo psicosocial que son eficaces en la aproximación a la locura. Y que casi todos los libros, hasta los que firman los jefes de servicio de psiquiatría que tienen encuentros y coincidencias con los consejeros directores de desarrollo de negocio y relaciones institucionales, dedican un capítulo  o unos párrafos a las mismas. Este tipo de intervenciones alivian el sufrimiento y estabilizan la locura. En mi opinión, cuando se implementan de una manera adecuada, dicen también cosas de la sociedad y de sus gobernantes. Por ejemplo, dicen, que aunque sean costosas, los sistemas públicos de salud han estado dispuestos a cubrir las necesidades de las personas. También dicen que los atajos en este tipo de cuestiones no deben ser la norma y menos si hay aspectos éticos en juego. Por el contrario, si una sociedad gestiona la locura únicamente obligando a una medicación y otorgando una paga, mientras afirma que este es el remedio para curar a los pacientes y mitigar el sufrimiento, lo que inicia es un viaje hacia la nada.
          O, en otras palabras, el tránsito a través de una gran mentira, aquella que estipula que entre la psicosis y la imposición judicial de un fármaco no existe ninguna alternativa. Y que, por ello, nada (excepto una jeringuilla y un algodón) se le puede exigir a la administración sanitaria en el trato con el loco.

Ramón Area. Psiquiatra en el Hospital de Conxo (Santiago)
   

8/12/11

EN DEFENSA DE LA SUBJETIVIDAD

"Lo que es común a todas las cosas y se encuentra igualmente en la parte y en el todo, no constituye la esencia de cosa alguna singular".
Proposición XXXVII de la  "Ética" de Spinoza.
       Hace varias semanas me topé, de una manera un tanto fortuita, con textos y artículos de muy diversa índole que me llevaron a reflexionar sobre el tema que nos convoca para el 2º foro de la ELP: "Las servidumbres voluntarias". Mi primer pensamiento fue en torno a nuestra época que dista bastante, al menos en apariencia, de la que vivió un jovencísimo Étienne de la Boétie cuando escribió su "Discurso de la servidumbre voluntaria" en un agitado siglo donde comenzaban a cuestionarse las tiranías y los abusos del poder que impedían las libertades del individuo. Una de sus conclusiones al preguntarse por qué permanecían los tiranos en el mando la sitúa no tanto del lado de la fuerza de este sino de la sumisión del pueblo que consiente: "No se trata de quitarle nada sino de nada darle" es lo que nos propone el autor como un modo de resolución a la servidumbre.
       Desde entonces se han sucedido muchos logros y conquistas en el ámbito de lo colectivo, elegimos a nuestros gobernantes y sin embargo estamos más serviles que nunca con el engaño de creer que no consentimos a las servidumbres contemporáneas siendo una de ellas no querer saber, fundamentalmente no querer saber sobre uno mismo. El amo moderno no tiene rostro, está amparado por la ciencia que en su alianza con la técnica nos conduce a sepultar lo más propio de cada uno.
       Como refiere Javier Peteiro en su reciente libro "Se abre así un camino hacia un autoritarismo científico que dirá lo que es bueno, lo que es malo, y no sólo lo que debemos hacer sino incluso como debemos ser desde la manipulación genética y conductista" o como señala la editorial de la revista Archipiélago nº 20: "Entre los dispositivos retóricos más eficaces que pone en marcha el discurso científico, están aquellos destinados a crear el efecto de realidad, a construir la ilusión de que la ilusión así fabricada es la realidad misma".
¿Que propone el psicoanálisis y que se espera de él?      
       Dar cabida al sujeto del inconsciente, uno por uno, para que a lo largo de su cura se haga cargo, responsable, del goce puesto en juego en sus síntomas, en sus repeticiones, en sus actos y a partir de esta particularidad, la suya propia, apueste por un deseo decidido. Para dar cuenta de esta propuesta hay, entre otras, dos fórmulas: mostrar nuestra práctica y desvelar lo que sucede a nuestro alrededor como el cuento del traje del emperador, en este caso se trataría del cuento de la ciencia que consiste en reducirlo todo a un sustrato neurobiológico en donde la causalidad psíquica no es más que una ficción.
       A continuación voy a referirme a tres ámbitos que reflejan la manipulación de este Amo sin rostro al excluir el efecto de la enunciación y no tener en cuenta la subjetividad .Resulta más complejo no consentir a aquello que viene avalado por la ciencia o compromete nuestra seguridad  y es precisamente en este terreno donde creo que hay que señalar desde el psicoanálisis, desde su acción y la política del mismo.
       La falsa ciencia: En la revista "Clínica y salud. Investigación empírica en Psicología", en un número monográfico sobre Psicosis y esquizofrenia quiero destacar un artículo, "ESQUIZO-Q: Un instrumento para la valoración del Alto riesgo psicométrico a la psicosis", que va en la línea de la investigación que predomina hoy en día: diagnosticar de forma precoz un trastorno psicótico y tomar las medidas oportunas, fundamentalmente medicar y reeducar, antes de que se produzca un desencadenamiento. Se están diseñando diferentes instrumentos de autoevaluación para detectar la propensión a la psicosis, lo que en la literatura se conoce como paradigma de "alto riesgo psicométrico" (Lenzenweger, 1994). El ESQUIZO-Q es una de estas herramientas de autoevaluación que consiste en diferentes ítems sobre las ideas, los afectos y el modo de relacionarse, que va rellenando el adolescente y puntuándose para luego ser validado por un experto.    
       Pretende ser un marcador de riesgo para la esquizofrenia "y poder ser utilizado como método de cribado psicopatológico en población adolescente en una amplia variedad de contextos: clínicos, educativos y de investigación".
       El mandato a la felicidad: "Soma para todos" es un artículo que encontré en "El País" de Manuel Rodríguez Rivero donde a propósito de su insomnio nos habla de como nuestra sociedad no permite las miserias de lo cotidiano como la tristeza o la desgana pasajera, siendo imperioso buscar una pronta solución como por ejemplo acudir a la química que nos adormece para continuar con el ritmo exigido, no nos podemos detener ni un solo minuto por que se nos señalará como infelices. Esta actitud evoca en el periodista a los ciudadanos del Estado Mundial de "Un mundo feliz" (Huxley 1933) cuando recurrían "al ubicuo soma para combatir el tenue vacío que experimentaban de vez en cuando". También menciona la versión moderna de este fallido mundo feliz que se puede ver en un video de "YouTube" titulado "El marketing de la locura". En este video se pueden observar las estrategias de marketing de las grandes multinacionales de la industria farmacéutica para hacernos creer que un malestar es una enfermedad grave, un trastorno mental, que precisa ser tratado adecuadamente. Esta argumentación va acompañada por el cortejo cientificista al uso: la complicidad de autoridades reconocidas en la materia y estudios en revistas de prestigio. El resultado es que se ha triplicado el consumo de ansiolíticos, antidepresivos y el diagnóstico de trastorno bipolar en la infancia.
       Protocolizar no es sin consecuencias: Una mañana escuchando la radio me atenazó una noticia que empieza a ser cada vez más habitual. Hacían recuento de las víctimas por violencia de género en lo que llevamos de año resaltando que tres de ellas tenían las pulseras de alarma y aunque habían sido activadas no sirvieron para evitar el fatal desenlace. Lo que llamó mi atención es el modo en que hacen la selección para protocolizar si se trata de un riesgo bajo, medio o alto: Unos funcionarios van rellenando con crucecitas diversas situaciones como por ejemplo si ha habido antecedentes previos de agresión por parte del supuesto maltratador, denuncias, etc., sin tener en cuenta en ningún momento cual es el relato, el modo de decir, puesto en juego. Una vez finalizado el cuestionario se pasa por una máquina que determina el posible riesgo. Estas tres mujeres estaban catalogadas como bajo riesgo.
       Tras esta melange de artículos y noticias tuve un hallazgo sorprendente con unos textos que a pesar de los años transcurridos son muy acordes con los tiempos y el debate de nuestro próximo foro. En la revista Serie Psicoanalítica 2/3 aparece un artículo de José Ortega y Gasset "Psicoanálisis, ciencia problemática " del libro "Ideas y Creencias" donde se pregunta hasta que punto hay ciencia en el descubrimiento del inconsciente concluyendo que se trataría de una ciencia periférica, que no es verdadera pero tampoco falsa, siendo por tanto un problema lógico. Ya desde su comienzo destaca la hegemonía de la Ciencia como el nuevo oráculo: "Como el hilo rojo que va por dentro de todo cordaje usado en la escuadra inglesa, la continuidad de la verdad, la continuidad de la ciencia penetra por todas las épocas culturales, sirviéndole de norma y señal de reconocimiento". A continuación de este artículo nos encontramos con "Discurso Psicoanalítico, Discurso Científico: comentarios a partir de Ortega y Gasset" de Jorge Alemán en donde partiendo de la difícil tarea del pensar hace un minucioso recorrido de la tesis de Lacan sobre El inconsciente estructurado como un lenguaje desde diferentes perspectivas para dar cuenta que "aunque el psicoanálisis no es una ciencia, su teoría no hubiese sido posible sin los hechos que dieron lugar a la racionalidad científica".     
       El psicoanálisis, de una u otra manera, esta concernido por la ciencia, no estamos de espaldas al mundo sino en él, y como señala Alemán en el final de este artículo es pertinente "mostrar que el psicoanálisis en su problemática remueve cuestiones sobre la lengua y el sujeto que la habita, que la ciencia prefiere evitar".
       La clínica siempre nos trae reflexiones y es en este sentido que me pregunto, tras escuchar a dos mujeres y sus dichos, por la otra servidumbre no voluntaria que concierne al goce y tiene al síntoma como aliado.
       Se trata por un lado de una mujer sometida a la materialidad pura del significante que en sus relaciones con los otros se ve avocada a insultar llevando a la literalidad su dicho "si me buscan la boca". La otra mujer con conflictos permanentes con su partenaire como un modo de no dar cuenta del No hay relación sexual discute con él porque le dice que el trabajo de ella es muy esclavo y mientras relataba esto en su sesión deslizó una pregunta "¿De que clase de esclavitud se trata?, pregunta que solo es posible que emerja si se le da un lugar a la subjetividad que porta la palabra. En ambos casos, según la particularidad de cada estructura, es posible ir trabajando sobre la implicación del sujeto en aquello de lo que padece siendo una manera para no condescender a la servidumbre.

Ana Castaño
Psiquiatra y Psicoanalista. Jefa del SSM Moratalaz-Vicálvaro en Madrid.
Miembro de la ELP y AMP

4/12/11

¡ABRA LA BOCA, PERO NO DIGA NADA!

            La tradicional e idealizada imagen del médico que, obedeciendo tan solo al noble juramento hipocrático, pone todo su empeño en la curación del enfermo o en el alivio de su dolor, quedó definitivamente cuestionada a partir de las dos tragedias que conmovieron el siglo pasado: el totalitarismo nazi y el soviético. Tanto en uno como en otro la participación, o mejor dicho la confabulación, de la medicina con las prácticas más abyectas de los campos de concentración y exterminio debería haber bastado para arrojar sobre ella una indisimulada e irreversible pátina de vergüenza. La barbarie fascista fue el resultado de una conjunción de ingredientes demoníacos que, combinados en el mortero de ciertas condiciones políticas, dieron lugar a una experiencia cuya perversidad no conoció antecedentes comparables. El discurso científico-técnico, aliado con la medicina, la lógica productiva de los mecanismos industriales y un sistema burocrático administrado con recursos infinitos, se aliaron para encarnar el Mal más absoluto que la historia de la humanidad haya conocido nunca. Muchas fueron y siguen siendo las conciencias que se preguntan si aquello podría volver a suceder, y la respuesta es improbable, como tan impredecible es el futuro. Pero conviene tener muy presente el pasado, tan inmediato en la vivencia europea, para estar advertidos de que la época es propicia para el advenimiento de nuevas formas de fascismo, que tal vez no asuman la figura desnuda de la barbarie, pero que comienzan a asomar, animadas por una atmósfera económica, social y política, la cual esté probablemente generada por esas mismas fuerzas que se agitan en la penumbra, y que ya comienzan a mostrar sus primeros signos.
            Hace pocos días hemos sido sorprendidos por la noticia de que los laboratorios Janssen han sacado al mercado un producto antipsicótico denominado “Xeplion”, cuyo componente activo es un palmitato de paliperidona, y que se promociona como un medicamento que, administrado en una dosis al mes, “consigue aumentar la adherencia del paciente al tratamiento y eliminar los efectos secundarios", según palabras del director de Relaciones Institucionales y Nuevos Productos de Janssen-Cilag, el doctor Antonio Fernández. Desde luego, no es esta la ocasión de evaluar la magnitud de correspondencia que existe entre el producto y su promesa. Sin duda, una medicina de tales características podría resultar indudablemente valiosa en el tratamiento de los pacientes psicóticos. Lo que produce una verdadera conmoción, son las declaraciones del actual presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, el doctor Jerónimo Saiz, que se suma a la noticia con la firme convicción de que sería conveniente que los médicos pudiesen contar con el respaldo judicial necesario para obligar a los pacientes resistentes a tomar esta medicación incluso “contra su voluntad”.
            No habremos de juzgar las intenciones del doctor Saiz, y evitaremos la tentación de sucumbir a comparaciones odiosas con algunos de sus colegas alemanes y soviéticos que en el pasado contribuyeron tanto a enturbiar la función del médico y del psiquiatra. La lectura de otras entrevistas a este mismo profesor, y que pueden encontrarse en Internet, nos vuelve precavidos: muchas de sus declaraciones contrastan notablemente con la última que es objeto de nuestro comentario. Incluso pasaremos por alto la sencilla aunque burda operación de sospechar alguna clase de connivencia interesada entre los laboratorios y los que, como el doctor Saiz, consideran que la administración forzosa de un medicamento, justificada por supuesto en el bien del paciente y de su familia, es un deber que la medicina debe impulsar en la sociedad actual. Nos quedaremos tan solo con la pregunta de cuál es el concepto de salud mental que subyace a esta propuesta, y cuál es la posición ética que en la actualidad asume el discurso médico. Más concretamente el discurso de una buena parte de la psiquiatría, que no parece limitarse a seguir cumpliendo con su papel de lacayo y mamporrero de los intereses del mercado farmacéutico, sino que está dispuesta, a tenor de lo que sale de la boca de algunos de sus miembros ilustres, a ponerse nuevamente al servicio del discurso fascista, ese que hoy se viste con el disfraz de la economía globalizada, y cuyas acciones principales se dirimen en los grandes bancos y las agencias de clasificación.
            Lo más interesante de la estrategia contemporánea del neofascismo es el hecho de que los acontecimientos se producen y se presentan en el mundo de tal manera que los ciudadanos son incapaces de advertir el nexo causal entre ellos, o el parentesco que los reúne secretamente. En apariencia, nada más alejado de la “crisis” económica (respetemos el eufemismo y señalémoslo tan solo con unas simples comillas) que la noticia sobre este medicamento y la propuesta de su administración compulsiva. Algunos podrían incluso leer esto último como un pequeño oasis de progreso en la lucha contra el sufrimiento humano, en el centro del espantoso desierto que la economía va extendiendo sobre el planeta. Sin embargo, la idea de que el enfermo (por carecer de toda capacidad de juicio y conciencia de su enfermedad) debe ser obligado a medicarse, para lo cual el psiquiatra necesita contar con el apoyo de la fuerza de la ley, nos pone en el escenario de la misma lógica que caracteriza a todos los totalitarismos, tanto de cuño político como religioso: el concepto de que la verdad es una magnitud de valor universal, identificada a un bien que está por encima de toda consideración al individuo. Aquí, el loco no difiere mucho del judío, del disidente político, o del blasfemo: son cuerpos extraños a los que eliminar del organismo social, en beneficio de una felicidad que es preciso imponer a todos. Se nos podrá objetar que nuestra comparación es desmesurada, que nadie propone la eliminación del paciente, sino por el contrario salvaguardar su bienestar y el de sus allegados. Cierto es que muchas familias carecen de los recursos sociales y terapéuticos necesarios para hacer frente a aquellos miembros cuya psicosis es francamente incompatible con una vida de convivencia, y que reclaman de forma desesperada un dispositivo que les permita contener la agresividad que a veces soportan por parte de aquellos enfermos cuya conducta puede alcanzar límites extremos. Sin duda, la reforma psiquiátrica promovida durante la transición, cuya indiscutible virtud fue la de contribuir a sacar a nuestro país del feudalismo social y cultural en el que se hallaba empantanado desde hacía siglos, arrojó a su noble paso efectos indeseados, y que retornan de maneras virulentas: es probable que la idea de acabar con los manicomios haya condenado a muchos locos a una errancia peor que su confinamiento, y a muchas familias al desamparo ante la locura. Pero la reforma psiquiátrica, a pesar de sus falencias, tuvo el mérito fundamental de partir de un concepto que hoy tiende a ser pisoteado, por no decir erradicado definitivamente de la formación psiquiátrica: el loco es un sujeto, un sujeto de pleno derecho, en el sentido de que incluso en la mayor de las enajenaciones debemos suponerle la posibilidad de asumir la lógica de sus actos, aunque en algunos casos puedan ser aberrantes o destructivos para sí mismos o para los otros. Exterminar al sujeto puede muy bien ser compatible con la intención de ayudarlo, ya sea inyectándole al esquizofrénico una medicina contra su voluntad, o forzando a la anoréxica a que abra la boca. Por supuesto, la razón que se esgrime será siempre nuestro bien: el Gran Hermano se preocupa por sus criaturas, y se ocupa de su cuidado, incluso aunque para ello haya que someterlas a la ablación de su palabra. Desconfiemos, pues, de los Jerónimos que nos prometen un mundo más feliz si todos nos callásemos y preparásemos el glúteo para el mes que viene...

Gustavo Dessal
Psicoanalista y Escritor, Miembro de la ELP y la AMP

LA PSIQUIATRÍA BIOLÓGICA SE MANIFIESTA A FAVOR DE LOS TRATAMIENTOS AMBULATORIOS INVOLUNTARIOS

Con motivo de la presentación del último antipsicótico de administración mensual que ha salido al mercado,  el Dr. Jerónimo Saiz, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría, advirtió de la necesidad de establecer un marco legal para poder  forzar a recibir un tratamiento farmacológico a aquellos pacientes psicóticos que no obedezcan el "mandato" de su médico, claro está, que en contra de su voluntad. ¡Qué casualidad! En plena presentación de un fármaco intramuscular ¡Salta la alarma! Pues la persona parece autorizada. Su voz sostiene la de toda una comunidad: la de la Psiquiatría Biológica.
¿Hacia dónde se dirige el modelo de atención psiquiátrica en Salud Mental? ¿Es posible que la prescripción médica se imponga como un imperativo despiadado, totalitario, por encima de cualquier expresión de la subjetividad, por muy delirante que ésta sea? Pues esa es otra historia, la de quién es el que delira. ¿No será que todos, de una u otra forma, deliramos un poquito?
Frente a aquellas posiciones, desde La Otra Psiquiatría seguimos creyendo que Otro modelo para la atención a pacientes psicóticos es posible. Esta oposición ideológica no es cuestión de ahora, aunque parecía haber quedado silenciada durante décadas. No hay más que echar la vista atrás para recordar que, hace poco más de treinta años, fue necesaria una auténtica Reforma Psiquiátrica para poder  romper con ciertas costumbres represivas que, según parece, podrían volver a aflorar. Con todo lo llovido desde entonces, no debería quedarnos muy lejos aquel modelo de Salud Mental Comunitaria por el que luchó toda una sociedad sensible con su psicosis, aunque es posible que algunos prefieran mirar hacia otro lado, incluso olvidar.  Pero ahí estaremos unos cuantos para recordárselo. Pues aquellos pequeños gestos lograron grandísimos resultados. El más importante de todos: re-establecer la dignidad de los sujetos psicóticos en sus medios de libertad.
           La Otra Psiquiatría, cuyas raíces epistemológicas descansan en la intersección entre Psiquiatría y Psicoanálisis, es heredera de ese espíritu de "dignidad psicótica" y su voluntad es transmitir una forma de hacer respetuosa con cada sujeto, uno por uno. Por ello, en defensa de cada una de las singularidades subjetivas, La Otra Psiquiatría se manifiesta en contra de cualquier iniciativa que se olvide de que, detrás de cada tratamiento, ya sea voluntario o involuntario, debemos tener en cuenta que siempre hay algo que lo sostiene o que, por "obligación", lo tiene que sostener: siempre hay Un Sujeto.


La Otra Psiquiatría

A continuación dos links donde poder consultar la noticia.