22/2/12

Mulatis Mutandis

Aprovechando un receso en mis lios de estas horas, os mando, chavalines, la segunda parte del texto que envié para subir al blog de la otra psiquiatria. Espero vuestra opinión sincera, no política, y que si considerais que es una escoria o que me meto en un problemilla para variar con todo Dios, o no lo considerais adecuado, pues que hagais lo que estimeis oportuno. Abrazos.


MULATIS MUTANDIS

Como soy persona que respeta sus compromisos, incluso aquellos que establezco conmigo mismo, aquí van los serios inconvenientes que tiene, a mi modo de ver, para todos los actores implicados, el explicar una realidad tan compleja como la locura, desde un nivel de análisis tan básico y desresponsabilizador como el bioquímico y/o médico.

Hablaba hace poco con uno de los mejores psicólogos que conozco, D. Fernando Fuentes, sobre la importancia de la honestidad en la relación con los otros significativos, y que habría que alejar el modo de hacer político y a los políticos de esto que hemos llamado salud mental, y/o enfermedad mental. Estábamos de acuerdo en que seguramente es en y por la política en la vida familiar, que se desencadena la locura. A un hijo o hija, se le falta el respeto desde que se le trata políticamente.

Acabo de caer en la cuenta de que no les he explicado eso que D. Fernando y yo llamamos política o actuar políticamente, así que tampoco, probablemente, puedan entender a que le llamo faltar el respeto. Actuar de forma política, lo entendemos como decir las cosas de forma que las intenciones no queden expuestas. Es un modo de hablar siempre con una intencionalidad oculta, y claramente estratégico. Es una falta de respeto desde el momento en que se trata al otro como un medio para un fin, sea este fin mas o menos concreto, desde puntuar lo mas alto posible en una carrera imaginaria hacia el premio al mejor padre o la mejor madre del mundo, hasta el beneficio económico. En el trato político no se piden las cosas de forma directa y clara, de tal forma que el que hace la política además se queda con la impresión de que controla el mundo y de que es capaz de modificarlo a su antojo, sin contar con que posiblemente hubiera conseguido lo mismo en el mismo o menor tiempo, simplemente pidiéndolo. Haley en “Las tácticas de poder de Jesucristo” afirmaba que un buen esquizofrénico conseguía que sus padres dejaran de discutir en un instante, manifestando síntomas, puesto que entonces los dos se ponían a cuidarlo (1). De forma intencional o no, este es un modo estratégico de actuar sobre el mundo, que seguramente es aprendido en el ámbito doméstico, en la cotidianidad.

A mi modo de ver, sobra la política en la psiquiatría y en la psicología. Se trata con los intereses familiares, en vez de tratar con los del paciente, sin caer en la cuenta de que en teoría deben de ser los mismos. El miedo a caer mal, a que se hable mal de la intervención, el corporativismo, el temor a convertirse en un paria dentro de un gremio con mas o menos prestigio, hace que las intervenciones se encaminen en muchos casos a preservar el propio estatus y a perpetuar situaciones y estatus ajenos, contrarios al interés del paciente.

La política es importante, fundamental en muchísimos ámbitos de la vida, pero desde luego, cuando se trata de las distancias cortas, del tu a tu con las personas cercanas, hay que dejarla, siempre bajo mi punto de vista, al margen, puesto que se falta el respeto al otro, al tratarle como un objeto a manipular para conseguir un fin. Y el otro, de una forma o de otra lo nota, y precisamente el problema es en que forma lo nota, y como lo manifiesta.

No puedo dejar de ver continuamente una maniobra política en el discurso biologicista, puesto que ya saben todos ustedes que ese discurso nada tiene que ver con los hechos o con la ciencia. Por tanto, al daño causado al paciente o usuario por la política familiar, se suma el daño de la política profesional. El fin del discurso biologicista, que ya hemos dicho que no se basa en la ciencia, es vender su producto lo mejor posible. Y este fin se coordina de forma ideal con el de los profesionales que no quieren lidiar con un nivel de complejidad para el que no han sido preparados y que les llevaría a tener que bajar del pedestal de sabiduría, poder y conocimiento en el que les sitúa el dominio de la ciencia médica y/o psicológica. En definitiva, los profesionales que han sido formados exclusivamente en el discurso biológico/bioquímico/neurológico, no tienen que enfrentarse al brutal reciclaje que les aguardaría de tomar otra senda ideológica.

¿Es o no una maniobra política el discurso de que nadie es responsable de nada y todo ha sido resultado del padecimiento de una desgraciada afección física que además puede “tocarle” a cualquiera?. ¿Es o no es una maniobra política absolutamente magistral el conseguir desconectar los problemas de salud mental (que vaya usted a saber que es eso) de los problemas económicos, de los abusos, de las miserias y en suma de la vulnerabilidad social? (como explicaré mas adelante hay una variable mediadora en todas estas circunstancia que acabo de enumerar: uno mismo y sus decisiones).

Con anterioridad ya hablé de los beneficios para todos los actores implicados que tiene este modo de entender las cosas, de explicar y de conducirse. Me tocaba aquí hablar de los perjuicios y a ello voy.

El perjuicio para el profesional de la salud mental (q.v.u.a.s.q.e.e.) es la sensación continua y continuada de inutilidad. Una tensión que lo impregna todo, un malestar justo detrás de la nariz, en el fondo de la cara. Esa tensión, que en psicología llamamos disonancia, le llevará en el peor de los casos, a conducirse de forma dogmática, en ocasiones violenta. Atacará a los elementos perturbadores en su base, en su nombre, y en su naturaleza. Nunca a sus argumentos, puesto que sabe que no son mas que subterfugios. Apelará al bien del paciente o el usuario. Por supuesto al bien común, a la ciencia, prescindiendo de ella, y al orden. Esgrimirá su autoridad, su nivel de estudios, y su experiencia. Todo para tratar de sostener un edificio que a la mínima, se cae. Así pues utilizará un lenguaje opaco, incomprensible y utilizará los casos que supuestamente ha sanado como muestra de su razón y sus razones. El perjuicio es que vivirá con esa sensación perpetua, en posición defensiva para siempre. No se entenderá nunca mínimamente a si mismo, y por supuesto aún menos a los demás, puesto que esto no es posible a través de la química (un nivel de análisis totalmente distinto). Y eso es mucho perjuicio. Con suerte caerá en la cuenta de lo absurdo de pedirle responsabilidad a alguien (ya que se apelará a ella para según que cosas, como por ejemplo la adhesión al tratamiento) a quien previamente se ha desresponsabilizado de toda su vida pasada y futura. En esto, los hechos parecen darme la razón. No hay mas que estudiar las estadísticas de adicciones, trastornos psicológicos, y suicidios en las profesiones “psi”(2).

Los perjuicios para la familia del paciente o usuario tampoco son baladíes. Van a tener que ser responsables de lo que hace otra persona que en cualquier momento puede hacer cualquier cosa sin querer. Y esa persona además se hará responsable de unas cosas si y otras no, puesto que puede estar loco, pero en absoluto es tonto (a no ser que exista comorbilidad). Se hará responsable, por supuesto, de las cosas que le interesen (esto es absolutamente legítimo). Ya se ha ocupado el profesional de turno de dejarle claro que lo puede hacer. Por activa o por pasiva. Así que el sufrimiento familiar se incrementa a niveles insoportables, no solo por el estado del padeciente, sino por eso que tanto nos afecta a los humanos: el caos, lo impredecible. Una terrible sensación de que la vida propia ya no está en manos de uno, sino de alguien externo, que por mucho que se le quiera, no por eso, resulta menos insoportable. Se ha cambiado posible responsabilidad en el problema, por sufrimiento puro, duro, y eterno, con el agravante de que esa sensación de ser responsable en alguna medida del problema del padeciente no va a desaparecer por mucho que los profesionales lo intenten con su discurso (3).

He de reconocer, que los perjuicios menos graves son precisamente para aquellos que mas se lucran del discurso biologicista: las farmacéuticas. Claro, son entes abstractos, corporaciones donde la responsabilidad y también el sufrimiento, se diluye. El aumento de su falta de credibilidad se ve ampliamente compensada por su capacidad para la política. Peccata minuta. Además ya es sabido que el humano cuando siente desesperación se salta a la torera y con una facilidad pasmosa cualquier atisbo de razón. En eso radica su miseria y su grandeza.

Y por último, los perjuicios para el paciente o usuario son devastadores. Arrebatar la esperanza a una persona es muy complicado, ya que en el fondo sabe que es lo único que realmente tiene. Los argumentos biologicistas y su proceder tienen como resultado una lucha, en el mejor de los casos, por no perderla. Se trata de inculcarle a la persona que padece un defecto en la química cerebral que le lleva a hacer, sentir, ver, y oír cosas que le perturbarán durante el resto de su vida, y que le impedirán llevar una vida autónoma. Tendrá que renunciar a sus objetivos, puesto que el tratar de conseguirlos pueden llevar a mas tensión y por tanto a un nuevo desequilibrio. Tendrá que resignarse a los efectos secundarios del remedio administrado, que no podrá dejar de consumir, bajo la amenaza de un empeoramiento en su estado.
Es paradójico el que a una persona que no tiene o ha tenido ninguna responsabilidad sobre sus actos, de forma intermitente, se le exija responsabilidad. Por ejemplo a la hora de adherirse a los tratamientos. ¿Como se negocia con alguien no responsable que además recibe un subsidio por ello?. En ocasiones se realizan incluso pequeños chantajes del tipo “tienes que venir por aquí cada cierto tiempo y tomarte la medicación si quieres seguir en el piso tutelado....” o disfrutando de tal o cual prebenda. ¿Como se chantajea de esta forma a alguien que no tiene responsabilidad sobre lo que hace?. Esta es una realidad en nuestro país, cada día.
La ventaja del perdón porque se asume que nada de lo ocurrido es responsabilidad del protagonista de los hechos, será ámpliamente superada por los perjuicios, puesto que los otros ya no darán crédito a casi nada de lo que diga o haga la persona diagnosticada, y se dará por sentado el hecho de que tiene que adaptarse y asumir lo que ciertas personas juzguen como adecuado para su vida, durante el resto de ella. Como ven, se le va a pedir responsabilidad sobre algo, que se adapte y asuma, así que de una forma o de otra, nunca se puede prescindir del usuario o paciente, aunque en ocasiones se pretenda. Perdón, si es posible: cuando el ingreso es involuntario. He de decir llegado este punto, que el ingreso involuntario puede hacerse de forma honesta, o con absoluta deshonestidad. La forma honesta, a mi modo de ver consiste en, una vez mas, no hacer política, es decir, se informa a la persona que ingresa a la fuerza que se le ha forzado a ello para que deje de hacer esto o aquello que a los demás les supone un perjuicio o una amenaza. Obviamente la deshonesta consiste en decirle que es únicamente por su bien, porque está enfermo, y pretendemos curar.
Si podemos estar de acuerdo en que a las personas les afecta el hecho de tomar una medicación o un tratamiento, ya que se promueven significados que incluyen aquellos que tienen que ver con la autoimagen, imagínense el peso de un diagnóstico y un pronóstico como el que difunde el discurso biologicista, o un ingreso involuntario. ¿Será necesario otro ingreso involuntario para superar las secuelas del anterior ingreso involuntario?. Me acuerdo aquí de Hemingway cuando después de ser tratado con electrochoque afirmó que “era un buen remedio pero matamos al enfermo”.
Siempre me ha parecido que el paciente o usuario tiene el derecho o incluso, si me apuran, el deber de saltarse todas las expectativas de los profesionales, cuando discontinúan sus tratamientos, y tratan de seguir viviendo como la hacían hasta el momento del ingreso o del diagnóstico. La alternativa propuesta para sus vidas no resulta nada atractiva, y los efectos secundarios de todos los procedimientos aún menos. ¿Se puede afirmar con seguridad que el abandono del tratamiento supone un mayor deterioro físico cuando se vuelve a él?¿si la respuesta es afirmativa, pertenece a ese mismo tipo de afirmación que aseguraba que los psicofarmacos son neuroprotectores?. Cuando el paciente o usuario deja el tratamiento lo hace porque tiene mucho que ganar y muy poco que perder, por mucho que se le amenace. Además, haga lo que se haga, por mucha psicoeducación que se reciba, las personas siguen haciendo lo que quieren, y si sabemos que esto es así, me pregunto el motivo de que sabiendo que un altísimo porcentaje de pacientes van a abandonar la medicación, no se les explica la forma correcta de hacerlo llegado el caso (hay incluso una guía descargable en internet del proyecto Icarus (4)). Me recuerda cuando se pensaba que hablar con los hijos de los diferentes métodos anticonceptivos suponía hacer una apología del sexo. Como si de algunas cosas hubiera que hacer apología para que se produzcan. El delirio de control del humano es mayor aún que su estupidez (me incluyo puesto que creo ser miembro de la especie).
Y ya para terminar, la vuelta de tuerca final consistirá en construir un discurso personal donde la sociedad, los médicos, las empresas, la política, los padres y todo aquel que no sea él mismo, es responsable de lo que le ocurre. Esta victimización se producirá al calor de la huida, precisamente, del discurso biologicista, y siendo malo, desde luego, no es peor que la alternativa de quedarse anclado en él. Al menos, conducirá a la lucha, a la actividad, algo que será poco productivo a nivel personal, de no ir acompañado de una mayor conciencia de la propia responsabilidad en lo que sucede.
No he hablado aquí de los efectos indeseables de las pastillas psiquiatricas sobre la salud de los pacientes o usuarios, puesto que estoy convencido de que hay personas mucho mas preparadas que yo para hablar respecto a esto. Soy consciente de que todo lo que he dicho es en cierta forma arriesgado, por supuesto discutible y admite muchos matices en el mejor de los casos.  Me parece que no hay que ser profesional de este campo para rebatirlo ya que creo que son argumentos absolutamente llanos, simples y por tanto de fácil critica. A mi modo de ver, precisamente es lo que falla de forma escandalosa en el discurso biologicista (y por supuesto en otros), que saltándose un principio científico básico, como el de parsimonia (5), empieza por explicar un fenómeno de la forma mas compleja posible sin haber rebatido o falsado previamente explicaciones mucho mas sencillas, y por supuesto, de espaldas absolutamente, a los hechos.


NOTAS

  1. “Las tácticas de poder de Jesucristo y otros ensayos” Jay Haley (1991). Paidós Terapia Familiar.
  2. Un buen libro sobre el tema: “La vida personal del psicoterapeuta. El impacto de la práctica clínica en las emociones y vivencias del terapeuta”. Guy, James D. (1995). Paidós.
  3. Doy por sentado que los que me leen, saben diferenciar perfectamente la diferencia entre culpa y responsabilidad.
  4. Se puede saber mas sobre el proyecto Ícarus aquí: http://theicarusproject.net/GuiaReducciondelDanoDiscontinuaciondeDrogasPsiquiatricas
  5. El principio de parsimonia, tal vez más conocido como la "navaja de Ockham", es una aseveración que traducida en términos sencillos dice que de varias explicaciones posibles a un fenómeno o problema dado, la más sencilla es la que con toda probabilidad sería la correcta.

 
Jesús Castro Rodríguez
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica

4/2/12

La Otra Psiquiatría (4)

A pesar de mi locura y de los múltiples diagnósticos con los que he sido etiquetado e identificado dentro del mundillo de la salud mental, mi condición como productor de Radio Nikosia me ha brindado la oportunidad de participar en multitud de ponencias, congresos, seminarios y radios abiertas (que serían algo parecido a la simulación de un programa de radio en directo y con público). De todas estas experiencias guardo cientos de recuerdos, la mayoría buenos o buenísimos –en equivalente proporción a los vínculos que se generaran con los miembros del público. Pero si hay algo que se repite, como mosca cojonera o victoria culé sobre el Real Madrid, es el momento en el que ante la crítica y reivindicación en defensa de los derechos de mi alocado colectivo, alguien me pregunta cómo debería ser la psiquiatría para que nada de esto ocurriera. Pregunta fácil y defensiva, que vendría a ser algo como ese manido: “muy bien, la cosa está fatal. ¿Pero tu qué propones?”  Desgraciadamente la crítica hoy en día –al menos en el mundo de la salud mental y en el de la economía- parece que predisponga a casi todos los presentes a tildar a uno de anti-sistema. Suerte que llegó el 15-M y algún sagaz propagandista (y “perro-flauta”) recordó a la masa que no es que seamos anti-sistema sino que es el sistema el que está contra nosotros.

Entre mis amigos psiquiatras los hay de todo tipo y, cuando nos reunimos, el tema de cómo mejorar el sistema para que los atentados contra los derechos presuntamente inalienables de todo individuo no se vean asaltados por ladrones de bata blanca con tanta reiteración como impunidad, parecería que nos une más que nos separa (sobre todo si se adereza el diálogo con unas cañas). Al final, después de muchas cañas siempre acabamos fantaseando con una revolución o, lo que viene a hacer lo mismo, arreglando el mundo.  Más allá de fantasías, y para que ningún profesional receloso me diagnostique de megalomanía, iré poquito a poco, entiendo que no vale la pena hablar por hablar – aunque gocemos tanto haciéndolo- y haré una serie de propuestas que más que relacionadas con la clínica, pienso que ahondan en lo que considero esencial en su práctica: la ÉTICA; así, en mayúsculas y esdrújulamente altisonante,  porque pienso que es algo de lo que se habla mucho, pero que a la hora de la verdad cuando uno coteja los discursos con los actos que se cometen cada día en los centros psiquiátricos españoles, me recuerdan aquello que dicen que dijo Lacan, pero que a lo que ya se refería Jesucristo: “que la palabra no sirve” y “que por sus obras les conoceréis”.

Propuesta número 1: Obligar -bajo mandato expreso del cargo que ocupa (sea docente, público, privado o colegiado)- a todos los profesionales de salud mental a pasar por el papel de pacientes, para que prueben su propia medicina y sepan que esto de la locura no es cosa de un cerebro malfuncionante y sus caprichosos neurotransmisores, ni tampoco un tema exclusivo de la relación que uno tuvo con mamá y papá, sino de cómo se transmite lo de dentro hacia afuera, máxime cuando lo de dentro esta encerrado en un cofre con siete cerrojos y la llave… ¿Dónde está la llave? En el fondo del mar de la memoria y ¡chim pum! A ver si con esto los dueños del saber dejan de proyectar sus mierdas –y disculpen la expresión- interiores sobre nosotros (ya sea en forma de pastillas, de condicionamiento o de transferencias contaminadas).

Propuesta número 2: Meter en una nave espacial todas las correas y mecanismos que se utilizan en las contenciones mecánicas y enviarlas a Marte (que por algo lleva el nombre del Dios de la guerra) ya que nosotros necesitamos mucha paz. Si alguien se escandaliza, le recuerdo que la ultima convención de la OMS sobre los derechos humanos de los llamados discapacitados nos ampara de lleno. Y dicho esto le encomiendo que entienda que si ya que existe la contención química porque este estado de derecho (derechoso y derechizante que ironizaría Cantinflas) no nos garantiza una contención emocional (rollo Soteria) como nos merecemos, le recuerdo que una vez drogados, dormidos y hundidos, con el pinchazo intramuscular de turno, las correas sólo sirven para que nos hagamos nuestras necesidades encima.

Propuesta numero 3: Aquí tenía pensado hablar sobre el T.A.I., pero como parece que por estos lares hay quorum no me quiero repetir. Paso a la numero 4.

Propuesta número 4: Si algún jefe de servicio impone normas sobre los pacientes como desnudarles ante un miembro del equipo, cacheos, obligación de cambiar de vestuario, y cosas así, que el resto del equipo le recuerde que un psiquiátrico no debe parecerse a una cárcel; porque estas normas alienantes y carcelarias siguen la misma perversa y errónea idea de que si pasas por el aro y te sometes te rehabilitas. Esto no pasa ni en las cárceles ni en los psiquiátricos, así que un poquito de coherencia con el cargo no iría mal.

Propuesta numero 5: Como decía Marta Osorio en Farmacrticxs: esto no es Suecia. Coño! Y creo que Marta estaría de acuerdo conmigo… !Que lo sea, o al menos que se parezca¡ Si a la primera de cambio nos dan neurolépticos, la desestructuración del discurso y del imaginario se puede acelerar en muchísimos casos, con el consecuente: no hay vuelta atrás. Que estas pastillas no son caramelos de goma y sabéis tan bien como yo que pueden generar tantos síntomas como los que se intentan paliar. Un poquito de esfuerzo y de fe en el ser humano por parte de los profesionales no iría mal. Ya no pido humildad, para no que no me digáis que pido imposibles….

Propuesta numero 6: A diferencia de Jose Valdecasas y Amaia Vispe, autores de otro post y coautores de un recomendable blog, yo pienso que uno se puede aprovechar de las farmacéuticas. Sin ir mas lejos éstas que subvencionan el congreso nacional de enfermería me van a pagar mi participación como ponente. Sera la primera vez –os lo digo como consumidor de Risperidona en depot- que Janssen hace algo que no sea darme por culo. Eso sí. Admiro a Valdecasas y a Vispe y aún a riesgo de ponerme en plan jesuita, más vale prevenir que caer en la tentación. Sobre todo cuando es el culo de los demás el que está en juego.

Propuesta numero 7 : Pegado de aquí.

Lo que se les dice a las personas, cuando se les dice que tienen una enfermedad mental Desafortunadamente, la mayoría de personas que han sido etiquetadas como enfermos mentales, han escuchado un conjunto de frases pesimistas, que interfieren en su proceso de recobrar sus vidas definitivamente. Hay que contrarrestar estas frases para que el proceso pueda avanzar.
Modelo Médico de Rehabilitación
Modelo de Empoderamiento

“eres un enfermo mental”
“estás experimentando una angustia emocional severa, que interfiere con tu vida en la comunidad”

“tu enfermedad mental es causada por un desorden cerebral genético o químico”

“tu angustia se debe a una combinación de pérdidas, traumas y carencia de apoyos”

“tu desorden es permanente”
“puedes recobrar tu vida definitivamente”
“no debes trabajar hasta que no tengas ningún síntoma”
“empieza a trabajar en algo significativo tan pronto como puedas, ya que el trabajo nos
ayuda a recobrar nuestras vidas definitivamente”

“debes tomar medicamentos por el resto de tu vida”
“puede ser que encuentres que los medicamentos te ayudan mientras estás aprendiendo destrezas para cuidar de ti mismo y maneras alternativas de recobrar tu vida definitivamente después de esta severa angustia emocional”

“deberás permanecer bajo el cuidado de profesionales por el resto de tu vida”

“podrás lograr que tu apoyo principal sean tus pares y amigos, en lugar de los profesionales de la salud”

“eres tu enfermedad”
“sigues siendo completamente humano”

“como resultado de tu enfermedad, no eres capaz de expresar tus sentimientos
o formar relaciones personales”

“estás experimentando sentimientos tan extremos que sientes que no es seguro
expresarlos. Con el tiempo te sentirás los suficientemente seguro para comprender tus
sentimientos y los de los otros y formar relaciones personales cercanas”

“no tienes ni los derechos ni las responsabilidades de los otros”

“no has perdido ninguno de tus derechos
civiles”

“eres más peligroso que otros en la sociedad”

“no eres más peligroso que cualquier otro miembro de la comunidad”

“no puedes tener una pareja ni hijos”
“puedes tener una pareja e hijos una vez hayas adelantado en el proceso de recobrar tu vida definitivamente” 


 Raul Velasco. Diagnosticado.